Luis «Toto» Caputo cumplió el objetivo que se había trazado antes de viajar a Washington -y no era pedir u$s15.000 millones para reforzar las reservas-. Más que nada, lo que el ministro se había propuesto era transmitir la férrea determinación a mantener el superávit fiscal y a profundizar la licuación de pasivos con tasas de interés negativas.
Fue lo que le transmitió a todo quien tuviera enfrente: a Kristalina Georgieva, Gita Gopinath y la plana mayor del Fondo Monetario Internacional; a los 400 inversores y gerentes de fondos de Wall Street que escucharon su discurso; al subsecretario del Tesoro estadounidense, Jay Shambaugh, y a los medios de prensa.
Y las declaraciones de Caputo en defensa de su programa económico llevan implícito el mensaje de que el levantamiento del cepo no está en sus prioridades. Para empezar, porque sin los controles cambiarios desaparecería el impuesto PAIS, que hoy representa el 10% de la recaudación tributaria -ya es más importante que el impuesto al Cheque y se encamina a recaudar casi tanto como Ganancias-.
Caputo necesita sobreactuar su celo fiscal para contrarrestar las expresiones de duda sobre su posibilidad real de mantener el superávit de las cuentas. Por lo pronto, los resultados preliminares de marzo que muestra la Oficina de Presupuesto del Congreso ya indican el regreso a los números fiscales en rojo.
Es cierto que se trata de números devengados y no «base caja» -es decir, gastos hechos, pero no necesariamente pagados-, lo que implica que posiblemente el resultado oficial que dará a conocer la secretaría de Hacienda serán otra vez positivos. Pero lo cierto es que la duda quedó instalada, sobre todo por el hecho de que el principal factor de «licuación» del gasto, que es el rubro de jubilaciones, ya no estará disponible a partir del cambio de fórmula indexatoria.
La promesa de seguir licuando
Cuanto mayores son las dudas, más convencido se muestra el ministro, que se jactó de haber sobrecumplido las metas en el plano fiscal y en la acumulación de reservas en el Banco Central.
También este punto es una admisión tácita de que el cepo todavía tiene un largo camino para recorrer: simplemente no habría sido posible la mejora en las reservas netas -que algunos argumentan ya están en zona positiva- de no haber sido por el mantenimiento de los controles cambiarios.
Luis Caputo volvió a reunirse con Gita Gopinath, ante quien ratificó su determinación con el superávit fiscal y la acumulación de reservas
Sin ir más lejos, se acaba de conocer el dato de la balanza comercial de marzo, que muestra otro superávit de u$s2.000 millones. El detalle no tan positivo, claro, es que no es un logro conseguido por un boom exportador, sino por un desplome importador, en un contexto recesivo. Para colmo, siguen las demoras en el pago de las importaciones realizadas, de manera que se está acumulando una nueva deuda por u$s9.000 millones.
Pero, además, la continuidad del cepo se justifica en el programa de Caputo porque una modificación de la política cambiaria -ya sea por una aceleración del crawling peg o por una flotación lisa y llana- pondrían en riesgo el mantenimiento de la política de tasas de interés negativas.
«Con esta política de tasas lo que se está buscando es licuar todo el stock de pesos en términos de poder adquisitivo. El mensaje implícito de Caputo es que el cepo no lo voy a levantar tan pronto, porque lo que quiero es licuarte. Y si quiero licuarte necesito tener encerrados a los pesos», apuntó Salvador Vitelli, economista de Romano Group, en un informe de Agroeducación.
Hasta ahora, el éxito de Caputo en ese aspecto consistió en que, aun con la seguidilla de recortes, el nivel de depósitos en plazos fijos se mantiene estable -de hecho, en marzo se cortó una seguidilla de siete meses de caída de los depósitos-.
Hablando en números, el volumen de pesos depositados en plazo fijo subió en marzo un 5,6% real contra febrero, aun cuando se había producido un recorte de tasas, que bajaron de un nivel de 9% a un nuevo escalón de 6%.
Objetivo: dólares del colchón y de los silobolsas
Como suele ocurrir en estos casos, Caputo habló para varios auditorios: los inversores privados que colmaron el salón de conferencias del Hyatt hotel de Washington, los funcionarios del FMI y los del gobierno estadounidense, pero también para los que quedaron en Argentina, empezando por los productores agrícolas.
Ocurre que en estos días se está definiendo la pulseada en torno a la exportación. Los productores sojeros muestran escaso entusiasmo por vender, como quedó demostrado por el bajo nivel de ventas anotadas con precio.
Es cierto que en las próximas semanas se notará en el mercado un ingreso fuerte de dólares proveniente de las primeras exportaciones. Pero los analistas del campo llaman a no engañarse: habrá un efecto de compensación, después de que en las lluvias de las últimas semanas impidieron la salida de camiones hacia el puerto.
La pulseada de Caputo con el campo: la depreciación del valor de la soja guardada en silobolsas fuerza a los productores a acelerar las ventas
Lo cierto es que, en comparación con otros años -sin contar el desastroso 2023, afectado por la sequía-, a esta altura del almanaque se observaba un movimiento exportador mucho más intenso. Los analistas del agro afirman que se está dando el tradicional movimiento especulativo: soltar el producto a «cuentagotas», solo lo necesario para pagar deudas, mientras se espera una señal de mejora en el tipo de cambio.
Para empeorar la situación, este año no está ayudando el precio internacional. La soja cotiza a u$s416 en las pantallas de Chicago, lo que implica una pérdida de 9% respecto del precio de inicios de año.
Y la situación podría empeorar, dada la devaluación del real brasileño, que induce a los productores del país vecino a vender. Como Brasil es el mayor oferente mundial del poroto de soja, esto agrega un factor más a la tendencia bajista del principal producto de exportación de Argentina.
Hablando en números, la consultora Outlier pronostica que el valor total de la cosecha gruesa será de u$s32.425 millones, lo que implica una caída de u$s8.177 millones respecto de las proyecciones que había hecho el mercado a inicios de año.
Es por este motivo que un objetivo crucial para Caputo es lograr que, tal como ocurrió con empresas y ahorristas, también los productores usen los «dólares del colchón». En este caso, claro, no se trata de billetes verdes, sino de los porotos de soja guardados en silobolsas. La lógica del programa económico -con su inflación en dólares- hace que esa soja vaya teniendo un poder de compra decreciente con el paso del tiempo.
Lo que los consultores le transmiten a los empresarios del campo es que un crawling peg del 2% es, de hecho, una forma de licuar la tenencia en silobolsas. Después de todo, la tonelada de soja, que hoy se valúa a $251.000, estaba en $500.000 a fin del año pasado, segun la estimación de Romano Group.
El mercado financiero sigue respaldando a Caputo, con una sostenida demanda de títulos de deuda soberana
La duda es si, ante esa situación, la reacción será la de vender para evitar una mayor depreciación o si, como ha ocurrido tantas veces, los productores preferirán retener su producto en una pulseada con el gobierno hasta ver una mejora del tipo de cambio.
Los productores tienen armas como para esperar. Por ejemplo, el mercado de futuros ofrece un premio de hasta u$s10 en las posiciones a noviembre. Claro que la disminución de rentabilidad hace que no todos estén en condiciones de llevar a cabo esa estrategia.
Con la lupa en el riesgo país
De momento, la percepción del mercado es que Caputo tiene margen para mantenerse en su postura: el dólar paralelo se muestra bajo control y el mercado financiero le está dando señales de apoyo con su entusiasmo por los bonos de deuda soberana, que siguen demandados.
Ahí está otra de las claves sobre la misión de Caputo en Washington: la promesa de que no habrá riesgos de incumplimientos ni reperfilamientos. Y, sobre todo, que el año próximo -cuando el calendario de pagos de muestra más exigente-, volverá a pedir prestado en el mercado de deuda.
Ese pronóstico implica que un objetivo fundamental será la baja del índice de riesgo país hasta una zona en la que pueda endeudarse a una tasa de interés razonable. Hablando en números, que desde su nivel actual de 1.240 puntos, el riesgo país deba caer más cerca de los 800 puntos, algo que no ocurre desde 2019.
En la medida en que los inversores crean que ese plan es posible, ellos mismos ayudarán a que los bonos suban de precio, porque querrán captar la ganancia del upgrade. Y, también en este caso, lo que respalda la promesa de Caputo es su capacidad para acumular dólares. En otras palabras, para mantener el cepo.
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