Las lluvias torrenciales que golpean el sur de Brasil aumentaron los caudales de los ríos y crearon escenas de «caos» en los suburbios de Porto Alegre, en una región ya arrasada por inundaciones que dejan más de 140 muertos y centenas de miles de desalojados de sus casas.
«Prácticamente todos los grandes ríos del estado presentan tendencia de elevación«, informó la Defensa Civil del estado Rio Grande do Sul, que atraviesa la peor catástrofe climática de su historia.
El Guaíba, afluente que desde la semana pasada cubre grandes partes de la capital estatal Porto Alegre, se había reducido el sábado a su nivel más bajo desde el 3 de mayo.
Pero con las fuertes lluvias que caen sobre la región desde el viernes, se elevó de nuevo y debe superar los cinco metros, «conforme fluya el caudal de los ríos tributarios y la actuación de los vientos», según el informe.
Las inundaciones históricas en Rio Grande do Sul, provocadas por fuertes precipitaciones desde los últimos días de abril, han afectado a más de dos millones de personas, con un saldo de 143 muertos, 806 heridos y 131 desaparecidos.
Según el último balance de Defensa Civil, más de 619.000 personas debieron abandonar sus casas debido a la catástrofe, que expertos de la ONU y el gobierno brasileño vinculan al cambio climático y al fenómeno de El Niño.
Otros ríos seguían desbordados y en ascenso.
Las crecidas del Taquari pusieron de nuevo en alerta a la pequeña ciudad de Muçum, que aún se recuperaba del paso de un devastador ciclón en septiembre cuando fue golpeada por las inundaciones.
Según las autoridades, la Laguna de los Patos, con salida al Atlántico, está en «niveles muy elevados» con tendencia a subir aun más en las zonas costeras.
La ribereña ciudad de Pelotas «enfrenta un agravamiento de la situación» que «amplía las probabilidades de inundaciones», alertó en Instagram su alcaldesa, Paula Mascarenhas, que hizo un «llamado urgente» a desalojar las casas en zonas de riesgo.
En el centro, en la Región Metropolitana y la sierra «gaúcha» cayeron «volúmenes significativos de precipitaciones» en las últimas 24 horas, con hasta 120 mm en los valles.
En el centro histórico de Porto Alegre, todavía inundado, personas caminaban sobre barreras hechas de bolsas con rocas y arena; sofás y otros enseres flotaban. Algunas zonas del suburbio de Sao Leopoldo eran cementerios de autos sumergidos en las aguas enlodadas.
«Fui a revisar, mi casa se quebró. En la casa de mi cuñado, al lado, el agua llegó a la mitad del segundo piso», dijo a la AFP Claudio da Silva, mientras navegaba con su bote por las calles inundadas en Sao Leopoldo.
«Ahora bajó un poco y se puede entrar al segundo piso, pero es un caos. Muchos animales muertos. Es muy, muy triste», explicó el electricista, de 36 años.
El metalúrgico Antonio Vanzan, de 50 años, describió una «situación crítica».
«El agua dejó de bajar (…). Si la lluvia no para de caer, ¿qué va a suceder? Puede aumentar el nivel del río y el agua regresará para adentro de los barrios», advirtió.
Según el Instituto Nacional de Meteorología, todo el estado espera que las «lluvias intensas» continúen en las próximas horas, con más de 100 mm por día en algunas partes.
En el noreste hay «gran riesgo de grandes inundaciones y desbordamientos de ríos, y grandes deslizamientos de tierra», añadió.
La probabilidad de nuevas inundaciones es «muy alta» en casi todo Rio Grande do Sul, indicó, por su parte, el Centro Nacional de Monitoreo y Alertas de Desastres Naturales (Cemaden).
En un video publicado en la red social X por el día de las madres en Brasil, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva envió su «solidaridad» para aquellas afectadas por la tragedia.
«Ustedes no están solas», dijo el mandatario, cuyo gobierno anunció que desbloqueará unos 10.000 millones de dólares para la reconstrucción de este estado agrícola y ganadero.
En Sao Leopoldo, mientras tanto, la fatiga se instala ante la persistencia de la emergencia.
«Como está la cosa esto va a continuar hasta el viernes próximo, después una semana más de las aguas bajando, limpiando, una semana más fuera de casa (…). Vamos a pasar 30 días fuera de casa», aseguró Claudio da Silva, el electricista.
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