Un saldo favorable de u$s2.000 millones todos los meses: esa es la tónica que está confirmando la estadística de balanza comercial, mientras Toto Caputo trata de convencer, a los inversores de dentro y de fuera, que el plan económico sigue firme, sin necesidad de hacer correcciones en el ritmo devaluatorio.
El resultado de marzo mantiene esa línea, con u$2.059 millones a favor, con lo cual acumula cuatro meses consecutivos de superávit y hacen aparecer como factible el pronóstico de la encuesta REM, en la que los principales economistas prevén para todo el año un superávit de u$s15.680 millones.
Pero estos números, que resultan funcionales a la política cambiaria, implican una advertencia desde el punto de vista de la actividad: no se trata de un superávit logrado gracias a un boom exportador, sino principalmente gracias a un desplome de las importaciones.
En marzo, mientras las exportaciones crecieron un 11,5% en comparación contra un año signado por la sequía, las importaciones caen a una tasa de 36,7%, lo cual solo se explica por el entorno recesivo.
Para peor, el mercado global no está ayudando a la recuperación agrícola, porque los precios están en baja. Es por eso que, aunque las cantidades vendidas superan en 21,3% los pobres registros del año pasado, los precios muestran una baja de 8%.
En cuanto a las importaciones, también hubo un abaratamiento -con una caída de 6,9% en los precios, pero sobre todo lo que influyó fue una merma en la cantidad de mercadería comprada, que fue de 32%.
Los principales rubros de la balanza comercial de marzo, según la descripción del Indec
La caída registrada por las importaciones impacta más cuando se compara la cifra actual con las del promedio mensual de importaciones del año pasado -u$s6.142 millones- y con las del 2022 -un nivel récord de u$s6.793 millones-.
Es cierto que este año, gracias al aumento en la producción de gas y petróleo -y a la baja del precio internacional en comparación con el registrado en 2022 tras la guerra de Ucrania-, se está registrando una notable baja en la compra de hidrocarburos.
Los escasos u$s132 millones que se destinaron a compras de gas en marzo representan la cuarta parte de lo que se había comprado hace un año. Y ahora el rubro energético apenas conforma un 3% del total, menos de la mitad de la cifra de hace un año.
Sin embargo, no fue por el ahorro en la energía que cayeron las importaciones. También en los rubros vinculados directamente con la actividad industrial hubo una merma. Los u$s3.503 millones destinados a la compra de insumos, bienes de capital y accesorios suponen una caída de 34% sobre la cifra registrada hace un año.
El ahorro en la cuenta de energía
La mejor noticia que deja la balanza comercial este año es la reversión del déficit en el rubro energético: las ventas de petróleo y gas dejaron u$s825 millones, lo que significó una ayuda importante para que, en una época del año en la que suelen escasear las divisas, el Banco Central haya podido tener un mes récord en compra de dólares.
Ese nivel de exportación de energía supera en 19% el registro de hace un año y pone un contraste entre el panorama actual y los déficit energéticos de los últimos años. En particular, en 2022, la necesidad de comprar una mayor cantidad de gas licuado justo cuando estalló la guerra de Ucrania derivó en una crisis de reservas para el Banco Central.
Este año, por lo pronto, hay expectativas de que la balanza energética no solo no sea un problema, sino que deje un saldo neto favorable de u$s4.000 millones. Es una proyección que, naturalmente, resulta pasible de cambios por la volatilidad del mercado internacional, sobre todo tras la escalada de las hostilidades entre Irán e Israel.
De momento, el precio del petróleo se ha revelado mucho más estable de lo previsto, algo que los analistas atribuyen al hecho de que el mercado ya se había adelantado a la ocurrencia de un ataque iraní. Pero, luego de ese incidente, se impuso la percepción de que la amenaza iraní no era tan grave, y que además ese país tampoco tiene intenciones de provocar un recorte en la oferta petrolera.
Argentina, a pesar de haber mejorado su ecuación, seguirá con necesidad de importar los barcos de gas licuado este invierno -todavía el flujo de gas inyectado al sistema no es lo suficientemente grande como para lograr el autoabastecimiento-. Aunque se tratará de cantidades muy inferiores a la de años anteriores, y que además ya tienen precio fijado. Esto implica que aun si se produjera una suba abrupta en la cotización del gas, el impacto sería limitado.
El rubro de energía marcó un punto de inflexión en la balanza comercial, gracias a las exportaciones de petróleo
Precios que juegan en contra
En el lado de las exportaciones, se siguen corrigiendo a la baja los optimistas pronósticos iniciales. En algunas regiones hubo lluvias insuficientes, en otros hubo exceso, y hasta se reveló más dañina de lo previsto la «chicharrita» que arruina los cultivos de maíz en el norte del país.
Esto lleva a que las cantidades exportables sean modestas en comparación con el promedio de los últimos años. Pero, además, los precios tampoco están jugando a favor. La soja cotiza a u$s416 en las pantallas de Chicago, lo que implica una pérdida de 9% respecto del precio de inicios de año.
Y la situación podría empeorar, dada la devaluación del real brasileño, que induce a los productores del país vecino a vender. Como Brasil es el mayor oferente mundial del poroto de soja, esto agrega un factor más a la tendencia bajista del principal producto de exportación de Argentina.
Hablando en números, la consultora Outlier pronostica que el valor total de la cosecha gruesa será de u$s32.425 millones, lo que implica una caída de u$s8.177 millones respecto de las proyecciones que había hecho el mercado a inicios de año.
Productores, sin apuro
Además, está el factor político interno: los productores agrícolas están dejando en claro que no les gusta ni el precio internacional ni el tipo de cambio. Y, en consecuencia, no están mostrando un ritmo de ventas acorde a lo que se esperaba para esta altura del año.
Hablando en números, sobre una cosecha estimada en 50 millones de toneladas, al iniciarse el momento de las ventas apenas había anotadas 800.000 toneladas con precio. Es decir, apenas un 1,6%, lo que da la pauta de que los productores tienen la intención de retener la mayor cantidad de grano posible, y solamente ir «soltando» su producto en la medida en que lo necesiten para cubrir obligaciones financieras.
Mientras tanto, se intensifican las presiones para que el gobierno aumente el ritmo del «crawling peg», que con un 2% mensual es percibido como demasiado lento por el mercado financiero.
En la medida en que esa pulseada continúe, no habrá incentivos para la exportación, dado que los productores mantienen la expectativa de una mejora cambiaria en el mediano plazo.
Eso implica que la cantidad exportada en el trimestre abril-mayo-junio podría ser inferior a la que espera el gobierno -que cuenta con un voluminoso ingreso, entre otras cosas, para levantar el cepo cambiario-. De hecho, hay analistas que destacan que el producto más vendido en los últimos eventos comerciales del campo fue el silobolsa.
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