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El BCRA pierde DÓLARES pero Caputo tiene un as bajo la manga


Bajo la consigna de generar confianza y optimismo en el mercado, los funcionarios suelen mostrar las buenas noticias y disimular las malas. Es algo que han hecho todos los ministros de Economía, y Toto Caputo no es la excepción: en sus reuniones con inversores y directivos de sociedades de bolsa confirmó que tiene financiación para pagar los vencimientos de capitales, y además ratificó que la inflación sigue en baja.

La primera reacción del mercado va en línea con lo que el ministro buscaba: los bonos soberanos, que habían sufrido jornadas volátiles, tuvieron una fuerte recuperación, con alzas de hasta 4,2%. Y también las acciones de empresas argentinas listadas en Wall Street, que venían muy castigadas, tuvieron subas de hasta 7% en una sola jornada.

Pero claro, está también la parte que Caputo no contó: las dificultades para seguir recibiendo un flujo importante de dólares por parte del campo, el principal aportante de divisas de la economía argentina.

La soja profundizó en las últimas horas su tendencia a la baja, llegando al nivel de u$s372 por tonelada en el mercado de Chicago. Es un precio que luce muy bajo en comparación con los u$s458 que mostraba la cotización en mayo, cuando se produjo un pico como consecuencia de las inundaciones en el sur de Brasil. Y ni que hablar si se compara con los más de u$s500 a los que cotizó la oleaginosa durante el año pasado.

Estos números han traído de regreso al mercado los consabidos comentarios de que «la soja es peronista», porque otra vez se constata que los gobiernos de otros signos políticos suelen convivir con períodos de caída en las cotizaciones de los commodities.

La exportación del poroto de soja no es el único caso de derrumbe respecto de las proyecciones originales. También se están constatando recortes de precios en el aceite y harina de soja, así como en maíz y trigo.

E incluso en el petróleo, un rubro al que este gobierno está apostando como generador de divisas, también está mostrando una tendencia a la baja, con u$s78 el barril Brent, cuando hace un año el precio estaba encima de los u$s90.

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No es que en el mercado no se conozca esta situación, por cierto. Si hay algo que en este momento inunda las oficinas de las empresas y los bancos son los reportes indicando las turbulencias del mercado global de materias primas.

Por ejemplo, Marianela de Emilio, experta del INTA y directiva de Agroeducación, advirtió:

«El mercado opera con certeza de buena oferta y una demanda debilitada, con probabilidades de alejamiento comercial entre China y Estados Unidos, en la medida que hay mayores probabilidades de que Trump gane la presidencia en ese país. Mientras tanto, la campaña 24/25 se está desarrollando viento en popa en el hemisferio norte, lo que hace prever que los almacenes de granos del mundo seguirán agrandándose. Todo esto trae recortes de precios internacionales y locales, con un sentimiento de pérdida que hace frenar las decisiones comerciales, bajo el supuesto de que algo va a ocurrir, que revierta la actual tendencia bajista».

Y agrega que esa situación encuentra a Argentina con 26 millones de toneladas de soja de la campaña 23/24 por comercializar, a lo que se suman 7,5 millones de toneladas comercializadas pero pendientes de fijar precio. Lo cual significa que más del 67% de la cosecha aún no tiene precio.

El tema clave, en el caso de Argentina, es que, a diferencia de otros países, se ha autolimitado para aplicar la receta clásica: devaluar la moneda cuando los precios de exportación caen.

A modo de ejemplo, en los últimos días, el real brasileño experimentó una nueva devaluación, con lo que llegó a 5,66 reales por dólar. Es decir, una suba del tipo de cambio de 4,4% respecto de hace apenas dos semanas.

En Argentina, en cambio, Toto Caputo ratificó casi con frecuencia diaria que no se alterará el crawling peg del 2%. Pero ni siquiera esa exigua suba nominal es aliciente para los productores, porque al mismo tiempo se está depreciando el dólar «contado con liquidación», lo que hace que en el cálculo final el «blend» exportador siga perdiendo atractivo.

Hoy ese tipo de cambio para los exportadores está en $1.003. Como la soja cotiza a u$s372, una vez que se le aplican las retenciones quedan para el productor u$s249. Transformados al «blend», se transforman en $249.747, que luego cuando se vuelven a dolarizar en el mercado MEP dejan en los bolsillos de los productores apenas u$s193.

La calculadora de los sojeros

En otras palabras, el productor sojero puede captar apenas la mitad del precio internacional. No muy diferente de lo que obtenía con los regímenes de incentivo de Sergio Massa, pero con la contra de que ahora, además, paga un 17,5% de impuesto PAIS cada vez que quiere importar maquinaria, fertilizantes o insumos para la próxima campaña.

Con ese panorama, pocos en el campo se muestran sorprendidos de que en los silobolsas quede grano por el equivalente a u$s14.000 millones.

Las malas perspectivas para los países exportadores han llevado a que en los análisis internacionales hayan recordado las dificultades de los países que no cuentan con una política monetaria propia. Así, el último número de The Economist, después de describir los problemas para exportar de países que dolarizaron su economía, como Ecuador, El Salvador y Panamá, hizo una recomendación a Javier Milei para que revise sus preferencias sobre la dolarización.

Las miradas escépticas se completan con las malas perspectivas de la balanza comercial. Hay estimaciones, como la de la Fundación Mediterránea, que indican una fuerte disminución para el segundo semestre. De esa manera, después de haberse registrado un promedio mensual de u$s2.800 millones «base caja» -es decir, lo efectivamente pagado-, se pasará en la segunda mitad del año a un promedio mensual de u$s700 millones.

Aun así, los analistas destacan que la liquidación del agro no fue tan mala en julio como se podía suponer, dados los precios del mercado internacional. De hecho, el promedio diario de venta fue de u$s66 millones, a tono con la marca histórica para este mes, y superior a lo registrado en junio. Mientras el mes pasado el aporte del campo estuvo en torno de u$s2.000 millones, la cifra de julio podría superar los u$s2.300 millones.

El tema que todavía es debate en el mercado es si la perspectiva de una baja de la cotización internacional -y además de un «blend» menos favorable- hará que el productor agrícola se apure a vender ahora por temor a que el precio futuro sea peor o si, por el contrario, exacerbará su tradicional conducta conservadora, a la espera de una mejora en las condiciones -con un alivio impositivo o una devaluación-.

Las fichas al superávit energético

En todo caso, lo que el mercado observa es que, incluso con un campo que no derrumbó su nivel de liquidación, las reservas del Banco Central siguen en caída libre. Ya se hizo costumbre que al final de cada jornada financiera haya un saldo neto vendedor. Y las proyecciones indican que la merma de reservas netas en el mes fue de u$s3.000 millones, el nivel que el gobierno había proyectado originalmente para todo el tercer trimestre.

Parte de la explicación es financiera, por la acumulación de vencimientos. Pero otra parte es también comercial, por la reversión de la balanza energética, que volvió a ser negativa en junio por un monto de u$s132 millones.

Es, básicamente, un fenómeno estacional. Por las bajas temperaturas, cayeron las ventas de petróleo y crecieron las compras de gas. Las estimaciones preliminares indican que en julio se vivió el peor momento, con un rojo de unos u$s700 millones en la balanza comercial energética.

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Los funcionarios manifestaron su confianza en que el fenómeno se revertirá a partir de agosto, cuando la cuenta se mostrará equilibrada y que ya en septiembre se volverá a ver un superávit en torno de u$s400 millones.

Es con ese argumento que el gobierno quiere transmitir la convicción de que en agosto se recuperarán las reservas del Banco Central. A juzgar por las primeras reacciones, podría decirse que el mercado quiere creer que efectivamente será así, pero también hay un ojo puesto en el contexto internacional. Y, confirmando la suerte de los gobiernos no peronistas, los indicadores lucen desalentadores.





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