Toto Caputo pudo festejar por partida doble: no sólo lo ayudó que el IPC haya marcado 4%, el registro más bajo del año, sino que el mismo día en Estados Unidos el índice de inflación dio 2,9% interanual, el mejor número en tres años, lo cual anticipa una distensión en el contexto financiero internacional.
Cuesta creer que apenas dos semanas atrás, luego del «lunes negro» que sumió en la turbulencia a las bolsas de todo el mundo, se haya pintado un panorama tan diferente del que se ve hoy. En ese momento, ante el temor por un enfriamiento de la economía estadounidense y una corrección técnica de los mercados bursátiles, se temía que ocurriera el ciclo clásico: un «vuelo a la calidad» en el que los inversores huyeran de los mercados emergentes para refugiarse en los activos considerados libre de riesgo, como los bonos del Tesoro estadounidense.
En otras palabras, que el crédito se tornaría más caro para todos los países de la región. Y con dos agravantes particulares para Argentina. El primero era que, en sentido inverso al dólar, las materias primas tienden a bajar su precio, justo en un momento en el que el país depende de un holgado superávit comercial para recomponer sus alicaídas reservas. De hecho, la soja se desplomó en pocos días, cayendo al entorno de u$s370 por tonelada, una cifra modesta si se compara con el promedio de u$s500 que rigió el año pasado.
Pero había otro factor preocupante: a diferencia de los países vecinos, que respondían ante esa situación con el clásico recurso de devaluar la moneda para compensar así la caída de las materias primas y recuperar competitividad, la Argentina se mantiene aferrada al rígido esquema cambiario impuesto por Toto Caputo, con su inamovible crawling peg de 2% mensual.
La conclusión, entonces era que la economía argentina se perjudicaría por tasas más altas en el mercado de crédito internacional -que encarecerían los planes de conseguir un préstamo en la modalidad «repo»- y, para colmo, entrarían menos dólares de lo previsto por exportaciones, al tiempo que todos los países vecinos tomarían ventaja competitiva por la vía devaluatoria.
Es decir, una perspectiva de menos dólares que entran por la soja y más dólares que salen por el turismo, dado que a los argentinos les empezaba a parecer barato veranear en Brasil después que la paridad subiera 6%, hasta 5,75 reales por dólar en apenas dos semanas.
Un repentino cambio de humor
Sin embargo, en otra demostración de que no solamente la economía argentina está embarcada en movimientos turbulentos, el humor del mercado global cambió drásticamente. Llegaron mejores cifras de lo esperado en términos de empleo en Estados Unidos, y el índice de inflación tocó su menor nivel desde el 2,6% que se había registrado en marzo 2021.
A partir de aquella fecha, todo había ido de mal en peor, porque en las góndolas estadounidenses empezó a sentirse el efecto de la expansión monetaria realizada para compensar la parálisis de la cuarentena. Fue así que en junio de 2022 se tocó un IPC anual de 9,1%, una cifra que no se veía en el país del norte desde los tumultuosos años ’70.
Pero a partir de entonces empezó un proceso descendente de un año, que luego se estancó en torno de 3,7% anual, generando temores sobre un nuevo recalentamiento, y sumiendo a la Reserva Federal en una actitud cautelosa.
Ahora, en cambio, se da por obvio que este buen resultado de julio habilitará un recorte de las tasas de interés, con lo cual todos los temores que se habían instalado hace apenas dos semanas parecen esfumarse. Ya no se habla del «vuelo a la calidad» ocasionado por el lunes negro, y otra vez se empieza a especular respecto de cuáles serán los activos que puedan beneficiarse del apetito inversor. Desde el bitcoin hasta los bonos y las divisas de países emergentes, todo está otra vez dentro del menú de los inversores globales.
«El mercado comienza a confiar en que la inflación se estaría ubicando en un sendero descendente, por lo que la atención pasó, como ya destacamos hace semanas, a la dinámica de la actividad económica y del mercado laboral», señala Juan Manuel Franco, economista jefe de Grupo SBS.
Una ayuda de las monedas amigas
El cambio de humor llega al punto de que en este momento los analistas están previendo recortes de tasa de interés en las próximas tres reuniones de la Fed, y la incertidumbre pasa por saber si se limitarán a 75 puntos básicos o llegarán a los 100 puntos básicos. En todo caso, las previsiones son que los recortes continúen durante el año próximo y también en 2026, completando un ciclo de recortes de 3%.
En coincidencia con este mejor clima, las monedas de la región empezaron a revertir su anterior tendencia a la devaluación. Es así que el peso mexicano ya recuperó un 5% del valor que había alcanzado el «lunes negro», mientras que el real brasileño recortó un 4%.
Es, en principio, una gran noticia para Toto Caputo, que de esa manera saca algo de presión a las críticas del atraso cambiario. Ocurre que si las monedas de la región se devalúan, que fue lo que ocurrió hasta hace poco tiempo, eso empeora la pérdida de competitividad de la economía argentina. Pero si esas divisas se hacen más fuertes frente al dólar, entonces el efecto es el de una devaluación indirecta del peso argentino: gana competitividad sin tener que cambiar la paridad frente al dólar, porque el resto de los países vecinos se hacen más caros.
Para completar el festejo, ese cambio de flujo de los capitales tiene su efecto benéfico sobre los activos argentinos, como quedó demostrado con las subas de los bonos de deuda soberana y las acciones de empresas argentinas que cotizan en Wall Street bajo el formato ADR.
La soja, indiferente al buen humor
Hay sin embargo, algunos temas que hacen que el festejo por el cambio de humor en el mercado no sea completo. El principal es el precio de las materias primas agrícolas, y en particular la soja.
Ocurre que el dólar no es el único factor que incide en el precio del mercado global. Hay, naturalmente, cuestiones que hacen a la oferta y la demanda, desde factores climáticos hasta medidas comerciales de los principales países compradores.
Y en este momento todo está jugando en contra de los intereses argentinos: la soja en el mercado de Chicago cerró este jueves en u$s349 por tonelada, un valor que ni el más pesimista de los productores argentinos podía haber imaginado.
El elocuente gráfico de la consultora Agrofy muestra el desplome de la soja en el mercado de Chicago
En este momento, se está produciendo un mix explosivo: un aumento en los stocks del hemisferio norte, por una cosecha mayor a la esperada, y una retracción de la demanda china, la principal fuerza compradora. Y es una situación que puede poner en peligro las estimaciones de entrada de divisas por exportación.
Así lo analiza Marianela de Emilio, experta del Inta y docente de Agroeducación: «Ante la expectativa de un mundo que muestra más signos de recesión que de reactivación, a lo que se suma la tendencia de grandes capitales de disminuir posiciones que consideran riesgosas, como es el caso del mercado de granos, la demanda global de los commodities tiende a debilitarse en el mediano plazo, lo que resulta en baja de precios internacionales, como puede verse en el camino más frecuente del precio de soja, maíz y trigo durante los últimos meses en el mercado de Chicago».
Su visión es que habrá más volatilidad en el corto plazo, como consecuencia de los desarmes de posiciones entre los inversores que estaban comprados en fondos de materias primas. Y el dato es particularmente relevante para los productores agrícolas argentinos, que todavía no pusieron precio al 66% de la cosecha de soja, al 58% de la de maíz y al 31% del stock de trigo.
La incertidumbre del «efecto Kamala»
Pero no termina ahí la incertidumbre. Porque no se debe perder de vista que Estados Unidos está en plena campaña electoral, y se trata de una de las contiendas más virulentas que se hayan visto en las últimas décadas.
Desde que Joe Biden anunció su retiro de la candidatura y se confirmó a la vicepresidente Kamala Harris como postulante por el partido Demócrata, la situación se emparejó en las encuestas, y muchos analistas creen que eso empeora la previsibilidad de la economía.
Ocurre que Harris muestra una marcada preferencia por las políticas intervencionistas -lo que en Estados Unidos llaman ‘liberal’ pero no tiene el mismo sentido que aquí sino el de alguien de simpatía socialdemócrata-. Y en los últimos días, al referirse a la inflación, la candidata democrata mencionó que, como parte de su plan para combatir la inflación, prevé establecer controles de precios, en el entendido de que las grandes corporaciones fogonean las subas en su búsqueda de una mayor rentabilidad.
En definitiva, algo que en Argentina no asombraría a nadie pero que en Estados Unidos implica un sacudón político. Es por eso que la celebración por el dato de la inflación de julio no termina de despejar los temores en el país del norte.
Y, a 8.492 kilómetros de distancia de Wall Street, en el despacho de Toto Caputo, los festejos por el IPC más bajo del año tampoco dejaron de tener un sabor de preocupación por el futuro incierto.
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