Hasta ahora, las advertencias sobre el impacto por el recorte del impuesto PAIS se han centrado en el plano fiscal. No es para menos, si se tiene en cuenta que este tributo ha llegado a representar un 7% de la recaudación total. Sin embargo, hay otro dato que puede resultar mucho más complicado de resolver para el equipo de Toto Caputo: el impacto sobre la entrada de dólares al Banco Central.
Concretamente, lo que están previendo los economistas es que, al pasar la alícuota del 17,5% al 7,5% se disparará un aumento en las importaciones. Hablando en plata, el tipo de cambio relevante de los importadores es hoy de $1.117, pero a partir de septiembre quedará en $1.022. La cuenta indica que habrá un abaratamiento real de 8,5% para el último cuatrimestre del año.
Y ya hay economistas que están poniéndole cifras a ese impacto. Por caso, el influyente Fernando Marull estima que se podría producir un incremento de hasta u$s1.500 millones mensuales hasta fin de año.
Lo que se está previendo es que, además del incentivo del abaratamiento, se va a sumar el efecto de «puesta al día». Los analistas venían advirtiendo en los últimos meses un nivel inusualmente bajo de importaciones, dado que los empresarios están ralentizando compras, a la espera de que el gobierno cumpliera su promesa de bajar el impuesto PAIS. Era algo que quedaba evidenciado, además, en el bajo volumen de actividad en el mercado único de cambios, lo cual hace pensar que esa represión en la actividad importadora continuó también en agosto.
Pero, además, se une otro efecto: el del esquema de acceso a las divisas que había diseñado el Banco Central a inicios de año, que en ese momento le ayudaba a recomponer reservas y ahora juega en sentido contrario.
A inicios de año, el acceso de divisas para los importadores se dio a «cuentagotas»: salvo para unos pocos rubros considerados de primera necesidad, los importadores recibían los dólares en cuatro cuotas mensuales, contando desde el momento en que la mercadería llegaba a la aduana, lo cual implicaba mayores costos crediticios en el comercio exterior.
Pero, sobre todo, esa metodología permitía que las cuentas dieran mejor de lo que realmente ocurría en la realidad. Ahora, que ese régimen empieza a revertirse, llega la hora de pagar las facturas.
Según una estimación de Salvador Vitelli, economista de la consultora Romano Group, en septiembre, octubre y noviembre habrá que pagar más dólares de lo que se importe. El peor momento se dará en octubre, cuando se superpondrán pagos de comercio exterior equivalentes al 150% de las importaciones mensuales. Esto ocurre porque el calendario prevé el remanente de dos cuotas de 25% del esquema previo más dos cuotas de 50% del nuevo esquema.
Efecto impuesto PAIS: superávit en riesgo
Bajo ese esquema de desincentivo importador y de acceso restringido a las divisas, el Central pudo recomponer algo sus reservas en julio. Pero el mercado percibió como un fenómeno de corta duración. De hecho, en lo que va de agosto el Central ya volcó al mercado u$s200 millones netos, en el marco del nuevo régimen cambiario.
Y todo apunta a que los números previstos para el superávit comercial -uno de los dos grandes puntales del plan económico, junto con el superávit fiscal- empieza a quedar en duda.
Lo cierto es que, mientras a esta altura del año pasado las importaciones eran de un promedio mensual de u$s6.389 millones -algo que escandalizaba a los economistas, que lo consideraban un número insostenible-, hoy el nivel es de apenas u$s4.733 millones por mes.
Se empezó a insinuar en julio un cambio de tendencia: los u$s5.646 millones no son una cifra que impresione por lo alta, pero marca un fin de ciclo, porque supuso un crecimiento respecto de la marca que se había obtenido el mes anterior. Y todo hace suponer que el número siga incrementándose en los próximos meses.
Si se confirmaran los pronósticos de los economistas, entonces se volvería a un nivel de importaciones superior entre u$s6.500 millones y u$s7.000 millones por mes. Y esto alteraría las proyecciones sobre el superávit que dejaría la balanza, que hasta ahora se preveía como un robusto saldo de u$s19.000 millones, según el consenso de la encuesta REM.
Pero claro, estos números habían sido proyectados sin tomar en cuenta la reducción del impuesto PAIS. Cuando se hace la corrección, ya con un nivel de importaciones más elevado, entonces ese superávit se podría acortar hasta un 20% respecto de las proyecciones. Hablando en plata, hasta unos u$s4.000 millones menos de lo previsto.
Baja del Impuesto País: ¿optimismo a contramano de la recaudación?
A pesar de esos números, en el equipo de gobierno se esfuerzan por transmitir optimismo. Por ejemplo, Martín Vauthier, un economista cercano a Toto Caputo, sostuvo: «La baja en el Impuesto PAIS, además de permitir cumplir la palabra empeñada sin comprometer el equilibrio fiscal, es otra medida en la dirección de una economía más abierta e integrada al mundo. Esto es crucial para ganar competitividad y generar empleo de calidad».
Es una afirmación que contradice muchos de los preceptos que manejan los economistas por estos días. Para empezar, que no tendrá impacto fiscal, dado que hay estudios, como el del Iaraf, que concluyen que la pérdida de recaudación -por hasta 0,18% del PBI en el cuatrimestre final del año- no llegará a ser compensada por lo que aporte el impuesto a las Ganancias.
El otro argumento optimista del gobierno es el abaratamiento de la importación, que podría llevar a un efecto deflacionario en algunos rubros, con lo cual el IPC de los próximos meses sería todavía más bajo de lo que se esperaba. Sin embargo, también en ese punto hay escepticismo: creen que los empresarios mantendrán la cautela y que el nivel de precios al consumidor no verá una caída considerable.
Pero, además, están las típicas advertencias de tono proteccionista. Después de todo, el impuesto PAIS funcionó como un arancel de exportación no oficial. De manera que hay sectores de la industria nacional que temen que la medida los pueda dejar en situación de desventaja competitiva contra las manufacturas importadas.
La mejor receptividad se percibe en el campo, donde desde hacía tiempo que se escuchaba la queja sobre el encarecimiento de insumos, fertilizantes y maquinaria, como consecuencia del impuesto PAIS.
Reservas del BCRA: todas las fichas a la energía
Ante esas demostraciones de escepticismo, el gobierno insiste con su mirada optimista, como la que trasluce la ponencia del vicepresidente del BCRA, Vladimir Werning, ante inversores del US Business Council, en la que aseguró que hay una secuencia ya prevista de «normalización» de la economía, en la cual una de las etapas previas al levantamiento del cepo es la cancelación de deudas con los importadores.
La cuestión cambiaria, de todas maneras, está en el centro del análisis, dada la delicada situación de las reservas del BCRA y la ansiedad del mercado por ver señales de fin de las restricciones en el mercado del dólar.
De hecho, otro factor que preocupa a los analistas es el bajón en el precio de las materias primas agrícolas, que hace que se pierda incentivo para los productores sojeros. En definitiva, el mix de mayor incentivo importador con menor estímulo exportador es lo que está obligando a proyectar a la baja todos los cálculos de ingresos de divisas.
Hay un único punto que podría jugar a favor del gobierno, y tiene que ver con el termómetro: al final del invierno, se está constatando una caída en la importación de gas licuado y un aumento en la exportación petrolera.
De manera que el aumento previsto en la importación de mercaderías podría, eventualmente, verse atenuados por una balanza positiva del sector energético. En el gobierno reflejan optimismo respecto de que la balanza energética dejará este año un saldo positivo de u$s5.000 millones.
En el último informe de balanza comercial que difundió el Indec, el rubro de exportaciones energéticas registró un impactante aumento de 37% en julio respecto del mes anterior. Esta mejora está impulsada por la venta de petróleo, que en los meses anteriores estaba algo retrasada como consecuencia de las bajas temperaturas invernales, que determinaban un aumento en la demanda doméstica.
De hecho, uno de los datos que generaron mayor festejo con el último dato de la balanza comercial es que se revirtió rápidamente el déficit en la cuenta de energía: después de haber registrado números en rojo por u$s132 millones en junio -debido, principalmente, a la necesidad de importar gas licuado-, en julio se volvió al superávit, por u$s214 millones. Ocurrió un típico fenómeno estacional: ya previendo un menor consumo interno por el fin del invierno, no sólo aumentó la venta de petróleo sino que cayó un 15% la compra de combustibles en el exterior.
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