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Cristina Kirchner insiste con economía bimonetaria y aconseja a Luis Caputo sobre el cepo


Cristina Kirchner confirmó, en su nuevo documento público, que el tema que la obsesiona es el de la «economía bimonetaria» por encima de cualquier otro, y que en el fondo considera que fue la incapacidad para abordar ese problema lo que le costó la derrota electoral al peronismo.

Sin embargo, no dejó pasar la oportunidad de anotarse una «victoria intelectual» sobre las huestes libertarias de Javier Milei, al recordar que después de nueve meses de gestión, el nuevo gobierno no ha sido capaz de liberarse del «cepo».

Es más, Cristina «chicaneó» a Milei donde más le duele, es decir cuestionando la verdadera vocación liberal del presidente, al recordar que mantiene un elevado nivel de intervencionismo sobre la economía, incluyendo variables fundamentales como el tipo de cambio, la tasa de interés, los salarios y los subsidios a los servicios públicos.

Lo irónico de la situación es que, en la mayoría de esos puntos, lo que Cristina señala como críticas mantienen cierto grado de coincidencia con lo que ella misma había realizado en su gestión. Por caso, también durante su mandato había tasas de interés fuertemente negativas contra la inflación real, aunque muy positivas ante el tipo de cambio, que se mantenía estable gracias al cepo.

No es la única ambigüedad en la carta de Cristina, dado que otras críticas implican un reconocimiento de que, en realidad, la política económica de Luis «Toto» Caputo es más pragmática de lo que se suponía en un comienzo. Por caso, la ex presidente le recuerda al gobierno que abandonó su tesis de que la inflación es un fenómeno pura y exclusivamente monetario, porque ha recurrido, como forma de frenar los precios, a medidas heterodoxas, como el control de cambios y la represión de ciertos precios, incluyendo los salarios.

En definitiva, la crítica de Cristina no pasa por el apego de Milei a un liberalismo a ultranza, sino que, por el contrario, señala la contradicción entre su discurso y su política. Y, en todo caso, no critica al ajuste fiscal por sí mismo, sino por el hecho de que el costo haya recaído en jubilaciones y obra pública, en vez de la eliminación de regímenes promocionales para empresas.

Cristina Kirchner retomó su tema preferido, con una advertencia de posible crisis cambiaria

Cristina Kirchner retomó su tema preferido, con una advertencia de posible crisis cambiaria

La vuelta al viejo diagnóstico: la economía bimonetaria

Pero, sobre el tema específico del tipo de cambio, lo que hizo Cristina fue un recordatorio para Milei en el sentido de que no está a salvo de una corrida cambiaria. Es por eso que, en su raconto histórico sobre las crisis devaluatorias, señaló que los episodios ocurrieron en gobiernos de todos los signos ideológicos, desde gobiernos militares hasta el liberal de Mauricio Macri, pasando por su propio modelo kirchnerista.

En definitiva, para Cristina hay un serio riesgo de una nueva crisis cambiaria, con origen en el tema que ella diagnostica como el origen de casi todos los problemas económicos: la escasez de dólares que hagan funcionar la economía, dada la propensión de la población argentina a atesorar los billetes verdes y dejar al Banco Central sin posibilidad de financiar importaciones y pagar deudas.

Para Cristina, el mismo hecho de que estén ingresando pocas divisas y que Toto Caputo encuentre dificultades para financiar los vencimientos de deuda son un síntoma de que, más allá de los aplausos que Milei genera en el exterior, no hay forma de superar las limitaciones de «la economía bimonetaria».

«Este fenómeno sucede únicamente en la Argentina. La utilización de dos monedas, de las cuales la que no emitimos es precisamente la más requerida para atesorar legal o ilegalmente, sustrayéndola del circuito de funcionamiento de la economía y formando activos en el exterior o, en menor medida, guardándolos en el colchón», detalla la ex presidente.

Y, en un ejercicio de autocrítica, recordó que durante la gestión de Alberto Fernández se dejó pasar la oportunidad de acumular reservas en un momento en que se produjo un ingreso extraordinario de divisas producto de la anormal situación de altos precios globales. En otras palabras, Cristina volvió a su vieja crítica sobre la falta de un mayor control de importaciones y sobre la permisividad para que las empresas saldaran, con dólares del BCRA, sus deudas financieras.

En definitiva, lo que Cristina dejó insinuado en su documento -el segundo enfocado en la temática cambiaria desde que asumió Milei- es su escepticismo sobre que el gobierno pueda controlar el plano cambiario sin que se genere una crisis. Y que, como consecuencia de la devaluación inevitable, se generará otro proceso de contagio a los precios.

¿Al final no piensan tan distinto?: consejos de Cristina Kirchner a Luis Caputo sobre el cepo al dólar

A diferencia de otras ocasiones, en las que Cristina exponía estas ideas en relativa soledad, hoy son varios los economistas de la línea ortodoxa que no opinan tan diferente, y que manifiestan su preocupación por las dificultades del BCRA para acumular dólares con los cuales afrontar los vencimientos de deuda.

Aunque la ex presidente no llegó a plantearlo de manera explícita, su desarrollo argumentativo lleva a la conclusión de que en Argentina no es realista pensar en un régimen de libre flotación cambiaria que no termine en una crisis. Y que, por eso, el país se debe un debate sin prejuicios respecto de cómo implementar controles -y hasta pide un cambio de término para no seguir usando la palabra «cepo» con su connotación negativa-.

Lo curioso de la situación es que el mismísimo Toto Caputo había expresado un pensamiento similar en un comentado documento, antes de asumir como ministro, cuando dirigía la consultora Anker.

La advertencia de Caputo era que, a diferencia de lo que ocurre con otras variables de la economía, la demanda de pesos es difícil de predecir, porque depende de la confianza del público. Y ponía en duda que fuera suficiente con aplicar la receta ortodoxa de eliminar el déficit primario y dejar de emitir dinero. De hecho, recordaba la experiencia de 2018, cuando pese a la mejora fiscal y al apretón monetario, igualmente se produjo la corrida.

Lo que Cristina Kirchner no se anima a proponer

Lo cierto es que, al igual que en todos sus discursos realizados durante la campaña electoral con foco en «la economía bimonetaria» y a los ensayos y documentos que dedicó al tema durante cuatro años, Cristina se queda en el diagnóstico sobre la imposibilidad de flotar la moneda, pero no explicita un esquema alternativo.

Lo más lejos que llegó, durante la campaña electoral, fue a hacer una convocatoria amplia a todas las fuerzas para que se estableciera una política de Estado sobre el problema cambiario.

Acaso esa actitud sea una secuela de sus intentos frustrados por resolver el problema durante su gestión de gobierno. En 2012, su llamamiento a que los ahorristas vendieran sus dólares para pasarse a plazos fijos en pesos, con el argumento de que así se ganaba más dinero por las altas tasas de interés, no fue respetado ni siquiera por los ministros de su gabinete.

Y su intento más fuerte -y su fracaso más grande- en este terreno fue el intento de un título emitido por el Banco Central -llamado Cedin- que debía sustituir a los dólares en las operaciones del mercado inmobiliario. Era, en términos reales, una cuasi moneda, que algunos compararon con el CUC de Cuba, y que nunca terminó de ser aceptada por los propietarios.

Cristina aceptó que la adopción del «cepo» fue una medida que tomó a disgusto, porque ante la escasez de reservas se vio «obligada a elegir entre lo malo y lo menos malo».

Las pistas más concretas respecto de cómo resolver el tema de la «economía bimonetaria» fue la insinuación de un sistema de ahorro alternativo al dólar, de manera de que los argentinos, voluntariamente, se deshicieran de los «dólares del colchón».

También fue enérgica en el sentido de que el Estado debe impedir «el deporte nacional de quedarse con los dólares del Banco Central». Planteó, por ejemplo, el poco sentido que tiene el potencial de Vaca Muerta para generar u$s30.000 millones en exportaciones o que haya un boom en la explotación de litio si luego esos dólares «no se cuidan» o se produce «un festival de importaciones».

Aunque ella no lo mencionó, hubo quienes interpretaron sus definiciones como el intento de instaurar un nuevo IAPI, como se conocía al legendario instituto del primer peronismo, que intermediaba en el comercio, comprándole directamente -a un tipo de cambio regulado- la producción al sector agropecuario y gestionando directamente la exportación.

De momento, Milei ha rechazado todas estas insinuaciones, al menos en el plano del discurso. Aunque los cuidados que Caputo ha tenido para no apurar el desarme de cepo llevar a pensar que, en el fondo, puede haber más coincidencias que diferencias a la hora del diagnóstico.





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