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es más cara en dólares



El último dato de IPC empezó a desmentir el ya famoso listado de Toto Caputo sobre «cosas que ya están pasando y se van a exponenciar en los próximos meses».

Por lo pronto, el primer punto de esa nómina -la baja de la inflación- ya se incumplió: el 4,2% de agosto no sólo quiebra la tendencia bajista sino que deja otros datos preocupantes, como que el «índice núcleo» también dio peor respecto del mes anterior -4,1% contra 3,8%-. En otras palabras, ni siquiera queda el consuelo de decir que el repunte inflacionario se puede achacar a la suba de tarifas, porque también hubo una aceleración de los precios en la canasta básica.

Hay, sin embargo, otro dato que no aparece en las publicaciones del Indec ni tiene tanto espacio mediático, pero al que el mercado le presta particular atención: en agosto se produjo una suba de la «inflación en dólares».

Es decir, cuando se calcula el encarecimiento que tuvieron los precios, medidos en términos de dólar blue, se registró una suba mucho mayor que la que registra el IPC. Esto ocurre por el mix entre la suba de los precios en pesos y la caída de la cotización del dólar paralelo, que durante el mes de agosto tuvo una caída de 5,4% en su cotización.

Puesto en cifras, la inflación de agosto fue 10% medida en dólar blue, que no solamente supera al registro de julio (6,7%) sino que es, además, el segundo más alto del año después de febrero, cuando se había dado un impactante 31% de inflación en moneda estadounidense.

Fue ese el momento en el que saltó al primer plano del debate el encarecimiento dolarizado que estaba sufriendo Argentina, un fenómeno sorprendente porque hasta hacía pocos meses el país se caracterizaba por ser uno de los países con precios más bajos en la comparación internacional.

En aquel momento los argumentos oscilaban entre quienes justificaban la situación, hablando de un «sinceramiento de precios» que ponía a Argentina en su lugar histórico en el ranking regional, mientras que en el otro extremo se escuchaban voces de alerta sobre lo insostenible que resultaría otro intento de bajar la inflación mediante el uso de un ancla cambiaria.

No por casualidad, ese fue el mes en el que la «bicicleta» mediante las colocaciones a plazo fijo marcaron rendimientos récords, con un retorno real en dólares de 26% en apenas un mes.

¿Un síntoma de estabilización?

Lo cierto es que los números resultaban impactantes, porque en los últimos años la inflación en dólares que acumulaba la economía había llegado, en sus momentos más altos -como el ocurrido en 2022-, a un 25% a lo largo de todo un año.

Esa alta inflación en dólares había tenido un período de reversión cuando, pasado el verano, volvió a subir el tipo de cambio paralelo. Hubo quienes consideraron que esa situación era natural, dadas las dificultades del Banco Central para acumular reservas.

Sin embargo, con el anuncio de la «fase 2» del plan Caputo, la situación cambiaria se volvió a revertir. Y, al acortarse la brecha entre el dólar paralelo y el oficial, regresó en julio la inflación en dólares. Ahora, con el dato del IPC de agosto, se confirma que Argentina está otra vez acelerando su encarecimiento en dólares.

Y se plantea nuevamente el debate sobre si se trata de un dato para celebrar o para preocuparse. Si se le pregunta a Toto Caputo, probablemente lo tome como un síntoma positivo, porque la inflación en dólares ocurre cuando la cotización del paralelo cae. Y es lo que viene ocurriendo desde hace más de dos meses.

De hecho, el ministro pronosticó que el tipo de cambio paralelo irá convergiendo hasta alcanzar el nivel del dólar oficial. Según la estrategia oficial, esto ocurrirá debido a que «los pesos van a escasear» dado que aumentará la demanda de dinero por parte del público pero el gobierno mantendrá el congelamiento de la emisión.

La contracara de ese fenómeno, desde el punto de vista oficial, es que «los dólares van a sobrar». Y la consecuencia de ese escenario es que, necesariamente, Argentina seguirá encareciéndose en dólares, dado que, por más que baje la inflación doméstica y los precios se estabilicen, serán más altos cuando se los mide en términos del «blue».

El lado B del país caro en dólares

Claro que no todos comparten el punto de vista del gobierno sobre que este fenómeno sea positivo. Para empezar, porque se pierde competitividad de la economía, lo cual complica al sector exportador, que ve disminuir sus márgenes.

También se estimula la salida de divisas por el turismo, dado que para los argentinos vuelve a ser atractivo viajar al exterior.

Ya el último informe cambiario del BCRA dio en julio un déficit de u$s566 millones -si se extrapola a un año, esto se acercaría a los u$s7.000 millones. Y, como siempre, el rubro que deja el agujero más importante es el de «viajes, pasajes y otros pagos con tarjeta», que incluye al turismo y, en menor medida, a los pagos de servicios online. El costo de ese renglón fue de u$s634 millones mensuales y viene en ascenso.

En el sentido inverso, se estimula la importación y se encarece la estadía de turistas extranjeros en el país, lo cual supone la posibilidad de tensión cambiaria en el mediano plazo.

Es una situación clásica que ocurre ante cada fenómeno de atraso cambiario, que en este momento se ve atenuada por el ingreso de dólares que adhieren al blanqueo de capitales. Pero los economistas más escépticos creen que esa situación será de corta duración y, más temprano que tarde, regresará la presión devaluatoria.

Mientras tanto, la combinación de una calma del dólar con una inflación dura de bajar hace que regrese otro fenómeno que parecía desaparecido: el negocio de la colocación de pesos en depósitos a plazo fijo, que vuelven a dejar una ganancia dolarizada.

Quien haya colocado dinero a inicios de agosto en el banco, un mes más tarde se encontró con que, medido en términos de dólar blue, hubo una ganancia de 8% en apenas un mes. No será tan impactante como la inédita rentabilidad de febrero pasado, cuando se consiguió 26% en un mes —todo un récord para los márgenes que se manejan en el mundo de las finanzas— pero es nuevamente una inversión lo suficientemente atractiva como para atraer a los más avezados.

De hecho, el empeoramiento en las expectativas sobre la evolución del PBI será un factor adicional para que el sistema bancario siga subiendo las tasas con las que remunera a los ahorristas -hoy en torno de 3% mensual-.

¿La revancha de los «mandriles»?

Como siempre, queda planteado el interrogante: ¿agosto quedará como el último mes con una alta inflación en dólares o se mantendrá la tendencia? Y, en principio, todo apunta a que el encarecimiento en moneda estadounidense puede continuar.

Para empezar, porque sigue habiendo pocos incentivos para una suba inmediata del tipo de cambio paralelo, al menos mientras continúe el ingreso derivado del blanqueo y de créditos obtenidos por grandes empresas de energía.

A juzgar por lo que argumenta el presidente Javier Milei, quienes apuesten a un rebote del paralelo seguirán sufriendo la suerte de los «mandriles» y afrontarán pérdidas, dado que el plan económico de superávit fiscal y congelamiento monetario está diseñado para que esa cotización continúe en caída.

Sin embargo, no parece un punto de vista que genere consenso en el mercado. Una vez conocido el IPC de agosto, las principales consultoras ratificaron su visión sobre posible volatilidad cambiaria, por la búsqueda de refugio por parte de los ahorristas, que dudan sobre el éxito de la estabilización.

Si ese fuera el escenario, entonces la inflación doméstica seguiría alta -y quizás hasta potenciada por la recuperación de la actividad comercial- pero ya la inflación dolarizada volvería a ser baja o hasta negativa, como reflejo del nerviosismo de los inversores.





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