Con muchos menos detalles técnicos de lo que se esperaba en la previa, el presidente Javier Milei se preocupó de dar un mensaje político contundente, cuyo destinatario principal no era el Congreso sino el mercado financiero: pase lo que pase, no se pondrá en riesgo el equilibrio fiscal. Casi un «vivir con lo nuestro» en clave libertaria.
Más aun, Milei dejó en claro que todas las variables de la política económica quedarán supeditadas a ese objetivo. Lo que, tácitamente, incluye el sacrificio de metas como la recuperación de la economía, el cumplimiento de promesas de alivio impositivo al agro e incluso la acumulación de reservas de dólares en el Banco Central.
Justo en un momento en que se está otra vez negociando con el Fondo Monetario Internacional una asistencia financiera y cuando se intenta conseguir crédito externo, Milei hizo hincapié en que la nueva metodología presupuestaria elimina el riesgo de default. De acuerdo a la nueva regla, el Estado se autoimpondrá la obligación de generar un superávit primario -es decir, la diferencia entre ingreso y gastos corrientes- que sea, por lo menos, igual al monto de intereses de deuda a pagar el año siguiente.
Por eso Milei enfatizó en el concepto de «blindaje» del equilibrio fiscal, y dijo que esto ocurrirá independientemente de los eventuales cambios de contextos en el plano internacional. En otras palabras, que aunque ocurran crisis imprevistas que desplomen los precios de los productos exportables argentinos o se produzcan alzas en las tasas de interés, no se revisarán las metas fiscales. Tampoco si ocurrieran reveses climáticos como el de la sequía del año pasado que redujo los ingresos proyectados originalmente.
Ante ese tipo de contratiempos, aseguró Milei, se aplicará la regla de que sea el Estado y no el sector privado el que pague el costo del ajuste. De manera que, ante una reducción imprevista en el ingreso por recaudación tributaria, se deberá recortar el gasto público en la misma medida.
El mensaje al mercado
Para reforzar este punto, el presidente prometió que su política será la de vetar toda ley que pueda poner en riesgo el objetivo del equilibrio fiscal, como acaba de ocurrir con el proyecto opositor para cambiar la fórmula de indexación de las jubilaciones.
Fue, también, una respuesta al recobrado protagonismo de Cristina Kirchner, que volvió a plantear públicamente la necesidad de que el Estado asuma el rol de liderar la recuperación económica mediante la obra pública.
«No creemos en ningún tipo de política contracíclica», dijo Milei, cerrando toda posibilidad a que, en un entorno recesivo, se relajen las metas fiscales para tratar de impulsar con recursos estatales la actividad y el consumo, como indica el manual «keynesiano» para momentos de crisis.
Según Milei, este mensaje será lo suficientemente potente como para que mejore la credibilidad argentina y, por consiguiente, caiga el índice de riesgo país y se acelere el ingreso de inversiones externas directas.
También deslizó su optimismo sobre la recuperación del crédito a tasas relativamente bajas, cuando dijo que «por ahora» el país mantiene la dificultad para financiarse.
De todas formas, aclaró que el crédito no tendría nunca como objetivo el financiamiento del déficit fiscal, en una frase que apuntó ya no hacia el kirchnerismo sino hacia la gestión de Mauricio Macri, de la cual el hoy ministro Luis Toto Caputo fue parte fundamental, precisamente en la función de búsqueda de fondos.
El otro mensaje político fuerte que envió el presidente tuvo como destinatario a los gobernadores provinciales, a quienes les recordó que deben cumplir el compromiso de acotar el gasto público al 25% del PBI y que, para ello, falta un recorte de u$s60.000 millones en los presupuestos de las provincias.
Hablando en plata
Una vez terminado el mensaje político de Milei, se conocieron oficialmente las previsiones para 2025. Y hubo algunos datos que ya empezaron a generar polémica. Como, por ejemplo, la previsión de inflación de 18,3% para todo el año -algo que implica un promedio mensual menor al 1,5%, muy por debajo de lo que los consultores y bancos están proyectando en este momento-.
Previsiblemente, se estima un rebote de la economía tras el recesivo 2024. Concretamente, un 5% de crecimiento, que se prolongaría en los dos años siguientes.
Es en ese contexto de recuperación de la economía que se espera que los ingresos por impuestos aumenten un 29,4% en comparación con los de este año. Si se cumpliera el objetivo oficial de inflación, eso significaría un aumento real de los recursos por un 9,3%.
Es una proyección que llama la atención por lo optimista, dado que el año que viene ya no se contará con el aporte del impuesto PAIS, que en 2024 está representando un 9% del ingreso total. ¿Cómo se logrará esa mejora? Buena parte de la compensación estará dada por el regreso del impuesto a las Ganancias para la cuarta categoría -lo que permitirá que ese tributo aumente su contribución un 41%-. De esta manera, Ganancias volverá a ser el segundo impuesto con mayor peso, aportando un 18% de la recaudación.
La mala noticia, una vez más, es para los empresarios del agro, dado que se espera que el año próximo las retenciones por exportaciones se incrementen un 100% nominal -69% real-, lo cual hace poco previsible un alivio impositivo en el corto plazo. Más bien al contrario, dado que se prevé un aumento del volumen de las exportaciones de apenas 9%.
En el presupuesto se sigue considerando el mantenimiento del superávit de la balanza comercial, aunque menos holgado que el de este año, dado que se espera que, por efecto de la reactivación económica, las importaciones aumenten más que las exportaciones.
El dólar no se toca
Pero la proyección de mayor debate, como siempre es la del tipo de cambio. El documento elaborado por Toto Caputo prevé que el año próximo el dólar se moverá un 18,4%. Es decir, lo mismo que la inflación.
Esto implica varias definiciones en un momento en el que el tema del cepo volvió al primer plano del debate, y cuando se escuchan voces de descreimiento sobre la capacidad del gobierno de evitar una crisis cambiaria.
El gobierno está dando a entender que su política de crawling peg continuará, e incluso a una tasa menor que la actual del 2% mensual. El promedio del año próximo estaría en aproximadamente 1,5% mensual.
En otras palabras, se ratifica la negativa a cualquier devaluación. Y, como el propio Milei dio a entender que el levantamiento del cepo se realizaría cuando la cotización del paralelo caiga hasta igualar a la oficial, parece confirmarse la presunción de que hay controles cambiarios para rato.
Ese dato implica toda una definición de política, porque supone que el país logrará hacer frente a su exigente calendario de vencimientos sin cambiar su paridad cambiaria. Y que, además, logrará mantener un superávit en las cuentas externas.
Sube el gasto jubilatorio
Del lado de los gastos, las proyecciones oficiales apuntan a una suba de 32% nominal -un 11,5% real si se cumple la meta de inflación-. Es decir, un aumento en términos reales del gasto en comparación con los números de este año.
Y llama la atención que uno de los rubros de mayor crecimiento es el de prestaciones de la seguridad social, que incluye al sensible renglón de las jubilaciones. Precisamente, el punto que había sido elegido como principal variable del ajuste en el arranque de la gestión. En términos reales, se está previendo que el Estado destine a la seguridad social un 17,7% más que este año.
Milei mencionó, además, que si bien su criterio será el del ajuste fiscal cada vez que sea necesario, eso no pondrá en peligro el monto destinado a la asistencia estatal. Ya en un discurso anterior, destinado a polemizar con Cristina Kirchner, había destacado que este año, entre la Asignación Universal por Hijo y la Tarjeta Alimentar se cubre el 99% de la canasta básica alimentaria del Indec, mientras que en el gobierno anterior esa cobertura era del 60%.
Toda una demostración de que Milei, además de tener en mente el principio rector de la restricción presupuestaria y el déficit cero, tampoco pierde de vista que en 2025 su gestión será refrendada en las elecciones legislativas de medio término.
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