El anuncio sobre la «muerte» de la AFIP significa un mojón importante en el gobierno de Javier Milei: después de varias medidas cuestionadas y que levantaron fuerte oposición, finalmente encontró un tema que lo reconcilia con su electorado y revalida su discurso sobre la guerra a «la casta».
El ahorro de $6.400 millones mensuales -no anuales, como dijo erróneamente el vocero Manuel Adorni-, donde la mayor parte del ahorro proviene de la eliminación de un 34% de la estructura jerárquica de la AFIP, incluyendo la rebaja de sueldos desde los actuales $32 millones a los $4 millones habilitan a que ese relato «anti-casta» haya desatado una celebración de los militantes en las redes sociales.
Para más alegría de los partidarios de Milei, la medida implica además un golpe al kirchnerismo, porque implica la eliminación de más de 3.000 cargos de AFIP que se habían creado en el organismo en los últimos cuatro años. Ya durante la gestión de Mauricio Macri, el kirchnerismo había declarado su objetivo de mantener influencia política desde dentro del aparato estatal, gracias al accionar de empleados afines. La propia AFIP fue, en su momento, una demostración de esa política, cuando en el blanqueo de 2016 se filtró la nómina secreta de los adherentes al blanqueo, lo cual levantó sospechas sobre un sabotaje interno motivado por intereses políticos.
En aquel momento, la consigna era defender la permanencia en cada «raviol» como si fuera una trinchera de combate político. En la jerga de la burocracia estatal, se denomina «raviol» a cada posición en el organigrama de la estructura administrativa.
Lo cierto es que Milei logró entusiasmar a sus seguidores: a diferencia de lo que ocurrió con otros casos de «motosierra», como las universidades públicas o con organismos ligados a la cultura, la AFIP no tiene muchos defensores. Con una planta de más de 20.000 empleados que se cuentan entre los mejores pagos del país y, sobre todo, por la antipatía que desde el fondo de la historia se han ganado los recaudadores de impuestos, la AFIP no genera simpatías ni en la izquierda ni en la derecha, ni entre los sindicatos ni entre empresarios.
Resulta difícil imaginarse una protesta masiva, como la que movilizó a miles de jóvenes en defensa de las universidades, en defensa de los jerarcas y burócratas de la AFIP. Finalmente, Milei encontró un «villano» perfecto, como les había sucedido tras la crisis de 2001 a los Kirchner, que eligieron confrontar con bancos, empresas privatizadas y AFJP, todos sectores que estaban en el fondo del ranking de popularidad.
Además, Milei agregó el elemento de la lucha contra la corrupción, que siempre rodeó al accionar de organismos como la Dirección Impositiva y la Aduana. Contestó con un elocuente «YES» a un tuit del periodista Pablo Wende, que se preguntó si la reforma de la AFIP implicaría el final de «históricos curros de la Aduana y los pagos de peajes que tanta guita dejaron a funcionarios coimeros y empresas cómplices».
El cierre de la AFIP eclipsó al resto de la agenda política
¿Cambio radical o un simple maquillaje político y cambio de nombre para seguir recaudando impuestos? Es la pregunta del momento, que naturalmente no tiene respuesta. Pero en el mientras tanto, hubo una oleada de reacciones de aprobación, sobre todo en las redes sociales, donde el tema eclipsó al resto de la agenda política. Así, Gustavo Lazzari, un histórico crítico de la presión impositiva sobre las empresas pyme, sintetizó el pensamiento de muchos: «Ya putearemos al ARCA, pero que la palabra AFIP no exista más me vuelve loco. Ojalá simplifiquemos, amigabilicemos y bajemos los impuestos. Pero este paso es importante».
Una vez más, quedó en evidencia el legendario encono contra la AFIP, ya sea de empresarios, de contadores o de pequeños monotributistas. No faltaron quienes recordaron la costumbre de la agencia de enviar comunicaciones amenazantes a quienes incurrieran en gastos sospechosos, una categoría en la que podían entrar, por ejemplo, quienes viajaran a ver a la Selección en el Mundial de fútbol.
La noticia de la reforma de la AFIP ha reflotado históricas quejas de parte de contadores, que odian la página web y la app del organismo, a la que le critican su funcionamiento y diseño. Entre los profesionales de la temática tributaria, la plana mayor del organismo ha sido acusada de ser una usina de normas para complicar la actividad administrativa y ocupar más horas a los pequeños empresarios.
Por no mencionar, claro, el largo anecdotario de empresarios que acusaban a los agentes de la AFIP de hacer inspecciones con tintes cuasi extorsivos. Por caso, un empresario recordó que, ante una mora, no podía cancelar su deuda porque el organismo había embargado la misma cuenta bancaria desde la que se debía hacer el pago, una situación absurda de la que se salió con una «coima».
El gobierno dejó en claro que quería explotar políticamente ese sentimiento de antipatía que generaba la AFIP. Esta frase de Adorni es elocuente al respecto: «La Argentina de la voracidad fiscal se terminó. Lo que es de cada argentino es suyo y de nadie más, ningún burócrata del Estado tiene por qué delegarse el poder de decirle a un argentino qué hacer con su propiedad».
ARCA, la nueva AFIP, con la misma obsesión fiscal
Claro que no todos se dejaron entusiasmar por ese enunciado y dejaron ver su escepticismo. Como el tributarista Martín Litwak, planteó que hasta que no haya un cambio de régimen tributario, el resto no pasará de un cambio de nombres.
«Hasta tanto haya un cambio de paradigma, esa repartición será siempre enemiga de los pagadores de impuestos que uno defiende y para los cuales trabaja a diario», sostuvo Litwak, que además deslizó una sospecha sobre si la continuidad de Florencia Misrahi al frente de la nueva agencia será garantía de efectividad, dado que se trata de «la misma persona que no dio pie con bola a cargo de la AFIP».
Por su parte, el economista Roberto Cachanosky, que suele acusar a Milei de no ser realmente liberal, se preguntó: «¿Ahora se eliminan formularios a presentar? ¿Se bajan impuestos?».
Y la respuesta a esa pregunta es clara: salvo para el caso del impuesto PAIS, cuya eliminación ya estaba prevista, no habrá disminución de la presión impositiva. Ni siquiera las retenciones a la exportación -un tema que está generando creciente malestar entre los productores agropecuarios, que consideran que el gobierno está incumpliendo promesas pre-electorales-, es algo que esté previsto.
De hecho, el proyecto de presupuesto espera que el año próximo ese impuesto se transforme en uno de los pilares de la recaudación impositiva, ya que significará un 15% de la caja de la AFIP -actualmente representa menos del 10%-. Esa recaudación implica una ponderación similar a la que tenían las retenciones en 2022, un año en el que se registraron precios récord en las materias primas, como consecuencia de la guerra en Ucrania.
Y el propio Adorni evidenció ese mensaje ambiguo que, al mismo tiempo que promete que el gobierno no interferirá con la actividad y los patrimonios privados, promete un celo extremo en la recaudación para asegurar el superávit fiscal.
Prometió «una gestión pública más eficiente y orientada a resultados», en la que la consigna fuera «garantizar mayor y mejor recaudación, así como un mejor control aduanero».
El proyecto de presupuesto prevé que la nueva agencia recaudará el año próximo un 29,4% más que este año. Como se prevé una inflación de 18%, eso implica un incremento en términos reales del 9,6%.
Javier Milei revitaliza el «relato» anti casta y da un nuevo golpe al kirchnerismo
En definitiva, lo que el gobierno está anunciando es que ARCA tendrá una imagen menos odiosa que su antecesora, pero que eso no quita que la obsesión del gobierno siga siendo el equilibrio fiscal.
Aun así, los réditos políticos ya se están notando. Entre las propias filas del peronismo hubo reacciones positivas al anuncio. Una de las más comentadas fue la del economista Sergio Chouza, uno de los más entusiastas defensores de la gestión kirchnerista, quien planteó: «Algunas cosas de esto están bien y las tendría que haber hecho el peronismo. Un funcionario público no puede cobrar $32 millones por mes. Eso te distorsiona toda la pirámide salarial en el Estado y te genera incentivos perversos».
De momento, Milei obtuvo la ventaja de una expectativa positiva. Ahora deberá demostrar que ARCA es algo más que la vieja AFIP con maquillaje. Pero tiene un tiempo de gracia para implementar los cambios, durante el cual podrá sacar provecho de su revitalizado discurso contra la casta.
Otra demostración de que Milei valora la importancia del «relato» en la gestión de gobierno, algo que, irónicamente, lo aleja del estilo de Macri y lo acerca al de Cristina, en plena polémica por su frase sobre «el último clavo en el cajón del kirchnerismo».
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