Luego de la bienvenida, Iván Lubatti se presenta y lanza una pregunta al auditorio que se acomodaba en sus sillas: ¿Saben qué es la sustentabilidad?, ¿Han escuchado hablar de la huella de carbono?
Argentina es un país extenso, bien al sur del casquete norte rico, lugar donde la gente vive apiñada y hace más de 250 años que quema combustibles fósiles. Para ellos, el impacto humano en el ambiente es un desafío que obliga a mejorar mucho y amenaza el crecimiento. En eso, acá hay cierto hándicap pero para quienes aspiran a integrar el lote de oferentes de alimentos amigables, deberán mostrar su trazabilidad, la nobleza en el modo de producir. En eso están los Lubatti, sobre la ruta provincial 10, a pocos kilómetros de la autopista que une Córdoba con Rosario, a la altura de la ciudad de Oliva.
En el equipo de trabajo de la empresa trabajan una docena de personas que viven allí mismo, y realizan tareas de logística, manejo de fertilizantes, mantenimiento de máquinas y otras actividades apareadas a la ecuación productiva. En el techo se escucha repiquetear la lluvia y en el campo el trigo, aún verde y enano, recibe un buen pechón de humedad para llegar a rellenar las espigas.
Con orgullo, Iván Lubatti relata el camino que trajo a la familia hasta este evento, hoy. “Comenzamos a trabajar estas tierras en 1966, con labranza convencional, en un sistema mixto, con maní y sorgo en época estival, y en invierno, verdeos para la hacienda. Mantuvimos la ganadería hasta el año 2005, para especializarnos en agricultura”, recorre el anfitrión.
Son más de seis décadas donde el escenario productivo cambió sensiblemente, siempre tras los objetivos de una mayor productividad, a partir de una mejora en la eficiencia y el advenimiento de nuevas prácticas agrícolas, como la siembra directa.
Regenerar, ésa es el puntal de la sustentabilidad
“Queremos contarles sobre las mejoras que pueden introducirse al suelo, mejorando prácticas, reduciendo el impacto y mejorando la productividad”, promete Lubatti.
En el centro y como primer reaprendizaje está en suelo, clave en la nueva estrategia, tras el objetivo de incrementar la eficiencia a partir de un uso más inteligente de los recursos. En la práctica, la labor central es la recuperación de los lotes, a partir de siembra directa, agricultura de precisión, rotación de cultivos, un manejo más eficiente del agua y en el centro de casi todo: el aporte al suelo de los cultivos de servicio, y en el caso de los Lubatti, las prestaciones y la performance de la vicia.
Los cultivos de cobertura en sistemas de siembra directa contribuyen a fijar nitrógeno de la atmósfera que será de vital importancia en la siguiente rotación. Por otro lado ayuda a controlar malezas invernales y colaboran con la protección del suelo de la erosión, acolchando el suelo del impacto de las gotas de lluvia y ayudando a escurrirla. Su estructura radicular aporta a mejorar la infiltración y con ello dotar de una mejora en el perfil acumulando humedad.
Un aspecto que destacó Ivan Lubatti tuvo que ver con la importancia de capacitar al equipo de trabajo en este manejo y a partir de una reducción de la huella de carbono integrar mecanismos de certificación de estas nobles labores.
Tras los objetivos de la neutralidad carbónica
Las premisas están colocadas en que con nuestras acciones productivas vayan asociadas prácticas que emparden las emisiones de gases que impacten negativamente en la consolidación de la capa de ozono. Para ello, Lubatti puso la mirada en un elemento emisor que debe encontrar un relevo: los fertilizantes nitrogenados, y esperando, en el banco de buenos suplentes están los aportantes biológicos. “Los barbechos no colaboran en la captura de carbono mientras que un cultivo de cobertura incorpora entre 60/70 kilos de nitrógeno, y con ello reducimos la utilización de urea”, señala el anfitrión y muestra la recuperación de algunos lotes a partir de la construcción de corredores biológicos e implantación de árboles.
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