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Las implicancias de una victoria de Donald Trump o Kamala Harris en la Argentina


¿Nos conviene que gane Donald Trump o Kamala Harris? Como en cada campaña electoral estadounidense, los análisis políticos hechos desde Argentina suelen pecar de «ombliguismo», como si la relación bilateral pudiera tener grandes cambios dependiendo de quién se siente en la Casa Blanca. En realidad, el tema crucial que se juega en esta elección pasa por un tema diferente al del estilo personal de los dos candidatos y a quién tendrá mayor sintonía personal con Javier Milei: la cuestión, como siempre, es el dólar.

La historia reciente está llena de ejemplos al respecto. Nadie podía estar más lejos desde lo ideológico y hasta manifestar mayor antipatía personal que Néstor Kirchner respecto de George W. Bush, con quien le tocó convivir durante su presidencia. Kirchner llegó a sabotear la propuesta estadounidense del Alca, un área de libre comercio para las Américas. Hasta hoy se recuerda el célebre discurso de Hugo Chávez en Mar del Plata, cuando con el aval cómplice de Kirchner dijo ante una multitud: «¡Alca, al carajo!».

Sin embargo, esa gestión kirchnerista tuvo un gran aliado en la gestión de Bush: con su política económica expansiva de crédito hiper barato, se produjo un debilitamiento internacional del dólar, que tuvo como contrapartida una suba en los precios de las materias primas. Así, la soja, que durante el gobierno de Fernando de la Rua se había mantenido apenas por encima de los u$s100 por tonelada, saltó al entorno de los u$s400. Esta situación, unida al auge de la demanda china, y con un peso argentino devaluado, posibilitaron la fuerte recuperación de la economía.

Un caso opuesto puede verse en la convivencia Mauricio Macri-Donald Trump. Su relación personal de varias décadas y la confianza y comunicación directa de la que Macri podía jactarse no tuvieron, en realidad, un correlato en la economía argentina. Para empezar, en el momento más proteccionista de Trump, también exportaciones argentinas como el acero o los limones cayeron en el castigo tarifario.

Pero, sobre todo, las «guerras» de Trump -la comercial con China y la interna con la Reserva Federal por el nivel de las tasas de interés- generaron ruido y desconfianza entre los inversores. El resto de la historia es bien conocido: ante un súbito cambio en el flujo de capitales, Argentina quedó sin recursos para hacer frente a sus obligaciones y se vio empujada a una devaluación.

Y, por cierto, los precios de las materias primas que Argentina exporta volvieron a sufrir. La soja bajo la era Trump se mantuvo apenas encima de los u$s300, la mitad del precio que había llegado a disfrutar la gestión de Cristina Kirchner.

La fluctuación del precio de la soja muestra su mejor momento con Bush y un bajón con Trump

La fluctuación del precio de la soja muestra su mejor momento con Bush y un bajón con Trump

También es cierto que, gracias a la relación entre Macri y Trump, el FMI fue más laxo de lo que habría sido bajo un presidente demócrata. Pero lo cierto es que esos u$s44.000 millones que envió el Fondo fueron apenas un paliativo para un daño que ya estaba hecho: casi todos los mercados emergentes y exportadores de materias primas, con Argentina a la cabeza, resultaron perdedores de la nueva política trumpista.

No es Donald Trump, es el dólar

Entonces, ¿qué ocurrirá ahora? ¿Es posible que, en caso de ganar Trump se repita una situación como la de 2018 y otra vez, la economía argentina sufra turbulencias cambiarias por una fuga masiva de inversores que ya no confíen en el carry trade de Toto Caputo?

Eso es lo que creen varios economistas críticos de la actual política de Javier Milei. Como, por ejemplo, Robin Brooks, ex jefe de estrategia del banco de inversión Goldman Sachs y ex economista jefe del Instituto Internacional de Finanzas, quien viene realizando advertencias sobre una inexorable devaluación del peso argentino.

En realidad, Brooks ya venía haciendo esa crítica por las inconsistencias que percibe en el esquema de retraso cambiario –algo que le valió una desdeñosa respuesta pública por parte de Caputo- pero sus advertencias se incrementaron a la hora de analizar los efectos de la elección estadounidense.

El argumento de Brooks, que va en contra del optimismo oficial por ingreso masivo de dólares del blanqueo, es que el mundo dejará de ser un lugar amable para los países con tipo de cambio fijo. Y, en el caso de que Trump sea el nuevo presidente, observa que la guerra comercial con China llevará a que el dólar se fortalezca más -en un mundo donde los vecinos de Argentina devaluarán para recuperar competitividad-. En ese contexto, el atraso cambiario argentino, dice Brooks, se hará más grave y eventualmente no resistirá las presiones devaluatorias.

En otras palabras, prevé que Milei podría sufrir una situación parecida a la de Macri durante la primera presidencia de Trump: sintonía en el discurso, sonrisas para la foto… pero un flujo de inversiones que buscan al dólar como refugio y obligan a una devaluación del peso.

Oficialmente, el gobierno argentino rechaza esa acusación, y se refugia en los buenos datos financieros que Toto Caputo muestra a diario, como la caída del índice riesgo país, que lo pone cerca de regresar al mercado de crédito.

Sin embargo, el propio Milei parece estar previendo un nuevo escenario internacional: es notorio su cambio de actitud respecto del gobierno chino, al que ya no acusa de ser maligno, y en el que se respalda para obtener financiamiento chino de última instancia, gracias al swap de monedas. Para completar, ratificó un convenio para facilitar las inversiones provenientes de la potencia asiática.

Dudas sobre un FMI más permisivo

De tanto repetirse, se ha transformado en una verdad indiscutible el hecho de que, ante una victoria de Trump, el FMI súbitamente se tornaría más indulgente con Argentina y aprobaría una masiva asistencia de u$s10.000 millones, que ayudarían a Caputo a levantar el cepo. Sin embargo, los expertos que conocen al FMI por dentro y han formado parte de las negociaciones bilaterales se muestran escépticos al respecto.

Para empezar, el hecho de que Estados Unidos sea el socio mayoritario no implica que automáticamente pueda imponer su voluntad en un directorio donde predomina una actitud cautelosa hacia Argentina.

Pero, sobre todo, lo que no está tan claro es que realmente una administración Trump pudiera tornarse súbitamente generosa en lo financiero. Argentina acaba de recibir una excelente noticia con el anuncio de que se reducirán los odiados sobrecargos que se cobraba a los países más endeudados. Eso solo ya implica un recorte de u$s3.200 millones. Además, acaba de recibir un guiño de parte de Kristalina Georgieva, que ponderó la marcha del plan -pero no habló de préstamos-.

Lo que los analistas creen es que, cualquiera sea el signo del gobierno en la Casa Blanca, el FMI mantendrá las exigencias actuales hacia el gobierno argentino: una suba en la tasa real de interés y pasar a un esquema cambiario menos rígido, antes de que haya una ayuda con dólares frescos.

Pero, más llamativo aún, cada vez son más los economistas que creen que esa asistencia ya no es urgente. Hasta Marina dal Poggetto, una de las más críticas respecto de la gestión de Caputo, sostuvo: «La novedad es que, con esta historia financiera, la dependencia de Trump y el FMI para sostener el año electoral se acotó».

Los temores del campo argentino

El campo argentino es el ámbito donde se está analizando con mayor detenimiento las posibles consecuencias de las elecciones. El primer efecto tiene que ver con la tasa de interés, algo que indirectamente termina influyendo sobre el precio de las materias primas.

Ahí las perspectivas empeoran en caso de un triunfo de Trump, por su ya declarada intención de subir aranceles -un 20% general y un 60% para China-. Esa situación podría derivar en devaluaciones en cadena y un fuerte flujo de fondos, yendo a refugiarse en bonos del Tesoro estadounidense. Ergo: más presión bajista para la soja, cuyo precio es hoy un 30% más bajo que el de hace dos años.

Por vía indirecta, una presidencia de Trump incidirá en la política comercial china. Por un lado, podría disminuir su demanda de materias primas. De hecho, el gobierno de Beijing ya generó un alto nivel de stock de soja, por precauciones geopolíticas. El nivel de excedente mundial de soja respecto de la demanda es un 33%, cuando el promedio en lo que va del siglo es de 25%.

La otra consecuencia -algo que de hecho ya se empezó a ver en la primera gestión de Trump- es una búsqueda de compensar las menores ventas al mercado estadounidense con una oferta de bienes industriales chinos más agresiva en el resto de los mercados, incluyendo América Latina.

Las implicancias de una victoria de Kamala Harris

Sin embargo, hay un punto en el que una victoria de Kamala Harris aparece como un riesgo mayor para Argentina: los analistas consideran que un gobierno demócrata implica una mayor probabilidad de conflictos bélicos, especialmente en Medio Oriente y en Ucrania. Trump, en ese sentido, ha insinuado estar mejor dispuesto a negociar con Putin y a no avalar un enfrentamiento directo con Irán.

Si se agravaran las tensiones en Medio Oriente jugarían en contra de los intereses argentinos. La explicación de los analistas, radica en la suba del «índice de miedo», que lleva a los inversores a sacar su capital de los fondos de inversión agrícola y buscar alternativas de refugio, como el oro, que ha subido durante todo el año. Ese trasiego de capitales podría también inducir a bajas en los productos que Argentina exporta.

Lo cierto es que, para los expertos del panorama geopolítico, las diferencias de estilo entre los candidatos no deben inducir a error en el sentido de que sus políticas resulten tan diferentes. Un reciente reporte de The Economist afirma que Kamala se «trumpizó»: no modificará los recortes de impuestos que había hecho Trump en su primera presidencia, mantendrá la tensión con China en el plano tecnológico -con prohibición de venta de semiconductores al mercado chino- y no bajará los aranceles que ya Trump había subido.



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