El consenso entre economistas indica que Luis Caputo se encuentra ante una instancia crucial. La mayoría observa que la «fase 1» del plan Milei está llegando a un nivel de fatiga tal que necesitará de un «service» más temprano que tarde.
¿Qué hará el ministro de Economía? ¿Tomará en cuenta las sugerencias de sus colegas, muchos de los cuales desean que al gobierno de Javier Milei le vaya realmente bien? ¿O seguirá adelante con su plan?
Puntualmente, las advertencias que figuran en los informes de bancos y consultoras advierten que «Toto» Caputo privilegia a la desaceleración inflacionaria por encima de cualquier otra variable, y que eso podría generar una burbuja (o bomba de tiempo) hacia adelante.
Trampa 1: el atraso cambiario, un arma de doble filo para Caputo
El economista Pablo Goldín pone énfasis en una cuestión clave, que el Gobierno minimiza: el incipiente atraso cambiario.
Cualquier lector atento coincidirá en que la Argentina terminó mal cuando millones de compatriotas cruzaron la frontera para comprar productos más baratos en Chile o Paraguay. O vacacionando masivamente en Miami antes que en las playas bonaerenses.
El dólar barato tiene consecuencias negativas para la economía. Y de esas situaciones se salió con explosiones cambiarias.
Para Caputo, la máxima prioridad es la inflación, pero el mercado teme que esté dejando de lado otros aspectos claves.
Sin ser algo sumamente extremo -como fueron los años 2015 y 2017-, ahora también hay tufillo a atraso cambiario. Todo a pesar de la gran devaluación de mediados de diciembre, cuando el dólar pasó de $360 a $800 de un solo tirón.
Ya lo advirtieron economistas cercanos ideológicamente al Gobierno, como Domingo Cavallo o Ricardo López Murphy: con el actual tipo de cambio resulta muy difícil acercar inversiones directas extranjeras. Tanto Cavallo como López Murphy coincidieron en un dólar de equilibrio más cerca de los $1.300.
Milei ya dictaminó que esa visión es «arrogante», ya que nadie podría ser capaz de dictaminar qué tipo de dólar necesita la economía para crecer. Y que el mercado es el único que debe convalidarlo.
El problema es que, ahora, es el Estado el que define el precio de la divisa a través de regulaciones muy estrictas: mandan el cepo y el dólar «blend».
Trampa 2: la larga y profunda recesión
Economía recesiva «sin luz al final del túnel». Es lo que empiezan a percibir algunos colegas de Caputo: que el ciclo negativo de la economía puede extenderse más allá de lo deseable.
Las críticas al Gobierno no pasan por la recesión en sí misma, que era previsible después de una devaluación y el reacomodamiento de precios relativos, sino más bien porque el Gobierno se resiste a coordinar expectativas. Y no da ningún paso hacia un plan de estabilización y de crecimiento de largo plazo.
Si bien es cierto que los precios desaceleran, prácticamente todos los rubros registran profundas caídas en sus ventas por el menor consumo.
Los últimos registros oficiales dieron cuenta de una recesión más grave de lo previsto, incluso en las filas oficialistas.
Según el Indec, la construcción se hundió 42% en marzo, mientras que la industria retrocedió 21,2% contra el mismo mes del año pasado. Las bajas también fueron notables en relación a febrero: del 14% y 6% respectivamente.
Ningún rubro industrial ni de la construcción quedaron a salvo. La producción de alimentos y bebidas, acaso el más sensible de todos, derrapó un 14,2%.
Trampa 3: la demora en aumentos claves
La última cuestión refiere al atraso en algunos precios regulados, que en las últimas horas volvieron a congelarse, luego de una recomposición parcial.
Caputo ya decidió la suspensión, una vez más, de las actualizaciones mensuales en las tarifas de luz y gas. Una definición que ya se había tomado respecto de las tarifas del transporte, y también en los combustibles.
La decisión tiene que ver con lo mencionado al comienzo: hoy por hoy la prioridad oficial es mostrar una desinflación sensible, que llegue a la gente, y se traduzca en una mejora del consumo.
El ministro de Economía puso a la inflación «entre ceja y ceja» y busca postergar aumentos claves para evitar una nueva disparada de IPC.
¿Puede darse este escenario? A juzgar por los consultores, luce improbable sin que exista un plan que ayude a coordinar las expectativas.
Algunas de estas dudas ya se trasladaron al mercado bursátil: los precios de los bonos -que venían repuntando- se tildaron en torno de los u$s58/u$s60. El riesgo país dejó de caer, luego de estacionarse cerca de los 1.200 puntos, y no hay anuncios de inversiones privadas.
Para el año que viene está previsto el vencimiento de papeles de la deuda, y no será posible refinanciar esos pasivos si el «riesgo país» no sigue cayendo.
¿Se acerca el momento de barajar y dar de nuevo?
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