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La nueva amenaza para la economía argentina llega desde China



Una de las consecuencias que tendrá la elección de Donald Trump sobre la economía argentina es que, ahora más que nunca, desde estas latitudes se empezará a mirar con lupa la cotización cambiaria. Pero no la del dólar, sino la del yuan, la divisa china, que empieza a convertirse en el nuevo protagonista del plan de Javier Milei.

Para simplificar la cuestión: a mayor revaluación del yuan, mejor para los intereses argentinos. Y a mayor devaluación, señal de problemas en puerta.

Y, en principio, hay motivos para preocuparse. La moneda del gigante asiático reaccionó al triunfo trumpista con una devaluación que llevó la cotización a 7,21 yuanes por dólar. Hace un mes, la relación era de 7,01. En los últimos años, el punto más bajo -es decir, el de mayor fortaleza del yuan- se había dado en marzo de 2022, con una cotización de 6,32.

Y, mirando los antecedentes recientes, todo indica que hay más margen para la devaluación de la moneda china, dado que en septiembre del año pasado el dólar había tocado una cotización más alta que la actual, con un precio de 7,32 yuanes.

En grandes rasgos, lo que marcan los analistas es que hay una relación inversa entre el dólar y el yuan. De la misma manera que se produce esa relación entre el dólar y las materias primas.

Esto implica que un dólar fuerte hace que China experimente un abaratamiento relativo de su producción industrial exportable, al tiempo que se le hace más cara la adquisición de las materias primas que importa para su economía.

Argentina mira al yuan chino

¿Qué pasará tras la llegada de Trump a la Casa Blanca y su propósito de empezar una «guerra comercial» contra China, en la que las armas serán barreras arancelarias de hasta el 60%? Es el tema que hoy debaten los economistas y empresarios en todo el mundo. Principalmente, la duda reside en si efectivamente Trump cumplirá su amenaza o si solamente está utilizando una retórica agresiva como forma de sentarse en la mesa de negociación con una posición de mayor fortaleza.

Pero, de momento, las señales no son auspiciosas para un país como Argentina, que tiene un tipo de economía complementaria con la de China. La potencia asiática es el segundo mayor socio comercial del país y, objetivamente, tiene un peso mucho mayor que el de Estados Unidos.

En lo que va del año, China compró el 8,5% de los productos argentinos -por u$s5.025 millones, un incremento de 24% respecto de la cifra de hace un año- mientras que es el proveedor de 17,9% de nuestras importaciones industriales -u$s7.879 millones en nueve meses, lo que implica una caída de 28% contra la estadística de 2023-.

Los números dejan una conclusión clara: en años en que la economía argentina crece más, se importan mayores cantidades de productos chinos. Y para el año próximo, en que el gobierno de Javier Milei está proyectando una recuperación de 5%, todo indica que habrá un mayor gasto en manufacturas procedentes de China.

Entre los industriales argentinos, este tema está produciendo preocupación, y ya se lo están haciendo saber al gobierno. No solamente influirá el dólar fuerte -que equivale a un yuan más débil y un peso argentino más atrasado- sino que, además, si realmente Trump cumple con la amenaza de ponerle un freno a las importaciones chinas, entonces habrá un sobrante de productos que las empresas chinas intentarán colocar en otros mercados.

El fantasma de la ola importadora

Ya se quejaron públicamente de ese tema industriales de la rama textil -una de las más sensibles a la competencia de importaciones de bajo precio- y también en la potente rama siderúrgica.

El propio Paolo Rocca, líder del grupo Techint y verdadero poder detrás de la Unión Industrial Argentina, se quejó de las prácticas de «dumping» -venta por debajo del costo- de China en aceros y, además, le pidió al gobierno que revise su concepto de tipo de cambio de equilibrio.

Para Rocca, como para la mayoría de los industriales, el hecho de que el dólar paralelo esté cayendo no es una noticia tranquilizadora ni un síntoma de que la cotización está en un nivel correcto. El siderúrgico pide diferenciar entre el tipo de cambio que refleja la productividad de la economía argentina y el tipo de cambio que refleja los flujos de corto plazo. En otras palabras, considera que la industria necesita un dólar más alto, justamente lo contrario del camino que está tomando el plan de Toto Caputo.

«La cancha no está equilibrada. Nuestra industria no logra competir con China. Hace falta que las políticas de los Estados nos apoyen», dijo Rocca.

Pero no solamente están preocupados aquellos que compiten contra las importaciones chinas. Tanto o más preocupados están aquellos que le venden a China, que temen que, en el marco de la «nueva guerra fría», sus intereses sean afectados. Por caso, en el mercado de la carne, en el que China representa el 70% de los destinos de exportación. Un reporte del especialista Ignacio Iriarte marca que, a pesar de un contexto de precios a la suba, el efecto positivo «queda opacado por el atraso cambiario».

Desacelera la locomotora china

En Beijing se siguió con atención la campaña electoral estadounidense, lo cual se refleja en una serie de medidas económicas que China ha estado tomando en los últimos meses.

Entre las que afectan directamente a Argentina figura la conformación de un gran stock agrícola chino, justamente en previsión de que el entorno geopolítico se volviera menos amigable. Es por eso que hoy el nivel de excedente mundial de soja respecto de la demanda es un 33%, cuando el promedio en lo que va del siglo es de 25%.

No hay perspectivas de que esa situación cambie, dado que tanto en Brasil como en Estados Unidos se han anunciado volúmenes de producción mayores a los estimados. La consecuencia de esta situación es una mayor presión a la baja de los commodities agrícolas que Argentina exporta.

En las últimas semanas se había producido algún rebote en las cotizaciones, pero los analistas advierten que no hay que ilusionarse para 2025: esa suba puede tratarse, justamente, de un adelanto de compras para reforzar stock, que China está haciendo antes de que se concrete la asunción presidencial de Trump.

Pero, sobre todo, el tema al que el mundo estuvo atento fue al paquete de estímulo fiscal definido por el gobierno chino, una especie de respuesta preventiva ante el temor de un enfriamiento de la economía. Ese paquete resultó una decepción para los inversores, lo cual se refleja tanto en la caída de los índices bursátiles chinos como en la propia devaluación del yuan.

Lo irónico de toda la situación es que quienes más lamentan la falta de pujanza de la economía china y el apoyo insuficiente de parte del fisco son los inversores de Wall Street. El círculo que se viene dando desde hace años es el siguiente: China exporta a Estados Unidos, que mantiene un déficit comercial y un rojo fiscal de más de 6%; los dólares «en exceso» que están en poder de China terminan invirtiéndose en el sector inmobiliario estadounidense, en acciones de la bolsa o, directamente, en bonos del Tesoro estadounidense.

Es la paradoja que marcan los economistas críticos de Trump: ante la «guerra comercial», no sólo se encarecerán los productos industriales en el mercado doméstico, sino que además habrá menos capacidad china para «lubricar» la economía estadounidense con el flujo de capitales.

Los más escépticos temen que no sólo se frenará el crecimiento chino, sino que también la propia economía de Trump enfrentará problemas por una masiva suba de costos de producción. Y, para compensar, la Reserva Federal probablemente subirá las tasas, en contra de la opinión de Trump, en cuya estrategia no cuadra bien un dólar más alto.

¿Argentina puede ganar?

¿Cómo quedará parado Argentina en ese contexto? Si se considera el antecedente del gobierno de Mauricio Macri -que coincidió con el primer mandato de Trump- no hay muchos motivos para el optimismo: los precios de las materias primas cayeron, lo cual no llegó a ser compensado por el bajo nivel de inversiones directas de Estados Unidos, mientras que el flujo de capitales se cortó abruptamente, llevando a la crisis cambiaria de 2018.

Aun así, en el entorno de Milei hay confianza en que la buena sintonía personal entre ambos presidentes, y el nuevo contexto mundial, hará que la economía argentina se vea beneficiada. La apuesta es que, en realidad, Trump no aplique barreras comerciales uniformes sino que las use como un mecanismo de premios y castigos, y que en ese marco Argentina quedaría beneficiada frente a otros competidores.

Pero, sobre todo, la apuesta de Milei es a la radicación de inversiones directas. Como afirman los analistas internacionales, en el nuevo contexto global se sustituirá el «offshoring» por el «friendshoring». Esto es: ya no la localización de plantas industriales o centros logísticos en puntos distantes que se destacan por su bajo precio, sino priorizar la provisión desde países confiables. En el entorno de Milei presumen que Argentina cumple esas condiciones.

Por cierto, eso no significa que los iPhones que actualmente se ensamblan en China empiecen a producirse en Tierra del Fuego para abastecer al mercado estadounidense. Las metas de Milei sobre el nuevo alineamiento con Estados Unidos son más modestas pero, aun así, de difícil concreción. Implican, después de todo, un incremeno del flujo inversor en un país que mantiene restricciones cambiarias, que tiene un gobierno débil en el Congreso y, sobre todo, que le debe u$s44.000 millones al FMI, sin contar las cuentas con prestamistas privados.

En las próximas semanas empezará a quedar más claro si la amistad con Trump y con Elon Musk es suficiente como para que los elogios se traduzcan en la llegada de dólares.

Milei juega a dos puntas

En todo caso, lo que se pondrá a prueba en esta nueva etapa es el pragmatismo y la cintura política de Milei, que mientras se acercó a Trump también evidenció un cambio de actitud frente a China.

No sólo suavizó su retórica sino que tuvo gestos concretos. Por ejemplo, confirmó el tratado de 2018 por el cual China no pagará impuestos por inversiones de menos de seis meses y tendrá exenciones en el régimen de Ganancias para la exploración de litio y la construcción de obras de infraestructura hidráulica. En ese marco fue que se garantizó la continuidad del swap de monedas, con el cual el Banco Central refuerza sus reservas.

En el mejor de los casos, Milei obtendrá un mejor acceso al mercado estadounidense y la radicación de inversiones directas… al mismo tiempo que mejora su relación con China, que también invertirá en infraestructura.

Para algunos no es un escenario imposible, especialmente para quienes creen que, detrás de la retórica belicosa de Trump hay, en realidad, un ansia de llegar a una convivencia armónica con Xi Jinping.

Pero claro, también está la posibilidad de que las cosas se compliquen para Argentina y que obtenga lo peor de ambas potencias. De momento, con un yuan devaluado, importaciones chinas inundando el mercado y el precio de la soja en baja, lo que se está percibiendo son solamente las consecuencias negativas.



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