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¿Guillermo Francos teme que los productores bajen su ritmo de importación?



¿Qué quiso decir exactamente Guillermo Francos cuando, en un acto en Córdoba, dijo que a lo largo de la ruta había visto «muchas silobolsas, gente que todavía no la liquidó»? Según cómo se mire, puede ser interpretado como una queja, una amenaza velada o una predicción de que habrá un verano tranquilo porque aún queda mucho grano por exportar.

Al lado del jefe de gabinete estaban el gobernador cordobés, Martín Llaryora, y el ministro de economía, Luis Caputo, que sonrieron con cierta incomodidad ante el comentario.

En el campo, la frase no cayó bien, porque inevitablemente trajo un «deja vu» de los tiempos kirchneristas. Ante la acumulación de soja en silobolsas se probaron todos los métodos imaginables: inspecciones con geolocalizador y amenaza de aplicar la ley de abastecimiento en tiempos de Guillermo Moreno; luego acuerdos de exportaciones mínimas con Axel Kicillof; ya en la época de Alberto Fernández sospechosas ataques de vandalismo rural con silobolsas tajeadas. Y, por supuesto, fórmulas varias para incentivar la exportación, en general con baja aceptación, hasta la aplicación del «dólar soja» que ayudó a Sergio Massa a atravesar los meses de la sequía.

Pero con un gobierno que se proclama libertario y para el cual la propiedad privada es un sagrado inviolable, esta alusión a la cantidad de silobolsas llenas no deja de llamar la atención.

Por lo pronto, en el campo ya se encendieron las alertas. Un comunicado conjunto de Coninagro, la Sociedad Rural y la Federación Agraria, fechado en Córdoba, dice que la frase de Francos «nos hizo volver a esos tiempos y modos que su gobierno dice haber venido a desterrar».

En realidad, el clima en el campo ya venía caldeado por la certeza de que, a pesar de las promesas en contrario, las retenciones a las exportaciones seguirán vigentes todo el año próximo. Al menos, eso es lo que se puede deducir de las proyecciones contenidas en el presupuesto 2025 -que prevén una duplicación nominal de la recaudación por ese rubro, mientras la inflación sería inferior al 20%-.

Exportaciones: productores complicados por los pocos dólares

La preocupación, además, viene en ascenso por la perspectiva de que el año próximo puedan caer los precios de las materias primas en el mercado global, haciendo más difícil la ya de por sí reducida rentabilidad que dejó la campaña agrícola de este año. Un trabajo de Marianela de Emilio, experta del INTA, reveló que, en las condiciones actuales, los agricultores argentinos tienen un margen bruto 30% menor que el de sus colegas estadounidenses en el cultivo de soja, y 37% menor para el maíz y el trigo. Cuando, a esas cifras, se aplica el costo del alquiler de la tierra, la rentabilidad del maíz y el trigo desaparece, mientras que la soja de los productores argentinos deja un 70% menos que lo que reciben los farmers de Estados Unidos.

Pero lo más sorpresivo de todo es que, aun con estos problemas crónicos, este año la liquidación de exportaciones se mantuvo en niveles mayores a la media de los últimos años. A excepción del mes de junio, en que la venta estuvo baja -y no por casualidad ese período coincidió con un ensanchamiento de la brecha cambiaria- en el resto del año los productores sorprendieron por la regularidad de su exportación.

Entre julio y octubre, la liquidación de divisas informada por la Cámara de la Industria Aceitera y el Centro de Exportadores de Cereales se mantuvo en la marca de u$s66 millones diarios, muy por encima del promedio que se registró en los últimos 10 años.

De hecho, en el mes de octubre que acaba de terminar se batieron récords de ingreso de divisas, lo cual le permitió al Banco Central comprar u$s1.648 millones netos en un mes en el que tradicionalmente tiene que venderle dólares al mercado.

Hasta el propio Toto Caputo destacó, en su cuenta de la ex Twitter: «Este mes el agro liquidó u$s2.553 millones. Es el mejor octubre desde que comenzaron los registros en el año 2022».

Por qué las críticas a Guillermo Francos

Es por eso que la frase de Francos dejó a en estado de sorpresa. ¿Se trató de una frase improvisada en el momento, a la que no se debe dar mayor significación política o, por el contrario, hay ahí un mensaje para que el sector más dinámico de la economía decodifique cómo seguirá la relación con el gobierno?

Aunque la interpretación política no está clara, los reflejos condicionados de los productores están llevando a prepararse para un escenario poco amigable.

«Pensamos que con un gobierno que se autodenomina libertario no era necesario justificar cómo usamos nuestra propiedad o qué destino le damos a nuestros bienes de cambio. Creímos que de eso se trataba el respeto irrestricto de la propiedad privada que este gobierno pregona», afirma el comunicado emitido por las entidades agropecuarias desde Córdoba.

Y eso fue apenas el inicio: de inmediato salieron dirigentes agrícolas a criticar a Francos. No faltaron los recordatorios de que más de la mitad del valor de ese stock en silobolsas tiene como destino «el financiamiento de la casta». Y también hubo explicaciones de tipo técnico, como que no hay factibilidad logística de trasladar todo el producto en silobolsas de una vez, porque las plantas industriales no están en condiciones de absorber todo.

El titular de la Sociedad Rural Argentina, Nicolás Pino, trató de dar por cerrado el incidente, al afirmar que había hablado con Francos: «Coincidimos en que cuanto más silobolsas se vean, mejor le irá al país porque habrá más producción y eso es trabajo, desarrollo y riqueza en las provincias».

Pero ya era tarde: en las propias filas de adherentes al gobierno fue inocultable el malestar. Como manifestó Gustavo Lazzari, empresario pyme y uno de los principales defensores de las políticas mileístas, quien consideró la frase de Francos como «porteñocéntrica y fuera de lugar».

Las tasas y el cambio de contexto: ¿se esfumará la calma cambiaria?

Más allá de la cuestión anecdótica, lo que los economistas empiezan a analizar es si en la entrelínea de lo que dijo Francos hay una preocupación por la posibilidad de que el campo «corte el chorro» de los dólares y se empiece a esfumar la calma cambiaria.

Después de todo, la fórmula que permitió el mejor octubre de la historia financiera fue -además del ingreso de dólares por el blanqueo de capitales-, un esquema de incentivos armado por Toto Caputo de forma tal que a todos los jugadores del mercado les conviniera tener pesos y no dólares en el bolsillo.

Para ello, se mantuvo un nivel de tasas relativamente alto -las Lecap están pagando en torno de 4% mensual-, que tornó nuevamente atractivo el viejo «carry trade». Es así que la inversión de moda en el mercado -sobre todo entre los exportadores e importadores- es recurrir a lo que en la jerga financiera se conoce como inversiones «sintéticas», una combinación que permite cubrirse simultáneamente de la inflación y de la devaluación.

Hablando en plata, el diferencial de tasas entre las Lecap y el «seguro» de los contratos a futuro en el Rofex implicaba un margen 7% en dólares anual. Eso llevaba a que los importadores que habían tomado una deuda en dólares les resultara más conveniente quedarse en pesos para conseguir esa ganancia financiera, en vez de reclamarle los dólares inmediatamente al Banco Central. Y para los exportadores ocurrió algo similar: en vez de ir corriendo al mercado paralelo para convertir sus pesos en divisas, también era preferible hacer una ganancia mediante esa cobertura financiera.

La gran duda es si ese esquema puede estar por cambiar, dado el reciente recorte de tasas dispuesto por el Banco Central. Si los productores llegaran a la conclusión de que tiene más sentido retener el producto antes que venderlo para «hacer tasa», entonces ese panorama de un campo plagado se silobolsas podría ser la tónica de lo que viene.

¿Un verano con la caja resuelta?

En principio, Toto Caputo no debería tener motivos para preocuparse por la típica escasez de dólares que se produce cada verano, porque se estima que todavía quedan guardados -de la última cosecha- 20 millones de toneladas de soja, 14 millones de toneladas de maíz y 19 millones de toneladas de trigo.

Esto implica que, en las célebres silobolsas, hay mercadería por un valor superior a los u$s13.000 millones. Una cifra más que razonable como para que el gobierno siga reforzando las reservas del BCRA y resista presiones devaluatorias hasta que, en abril próximo, empiece la llegada de los dólares provenientes de la cosecha gruesa -para la cual se espera que el campo aporte otras 55 millones de toneladas de soja-

Claro, hay un problema que se contrapone a esos números positivos: los productores tienen que estar dispuestos a vender. Y para ello deben estar convencidos de que el dólar paralelo seguirá acercándose al tipo de cambio oficial, porque cuanto menor es la brecha, más se acerca al precio del mercado internacional.

En este momento, lo que captan los productores es un 59% -el máximo posible es 67%, dado que las retenciones le sacan al productor un 33% del valor-. En los programas de incentivo de Sergio Massa se llegaba a un 50%, mientras que en los peores momentos de la gestión de Alberto Fernández apenas podían captar un 30%.

La duda es si esta cifra relativamente positiva se mantendrá, en un mundo en que la tendencia es a una baja en los precios de las materias primas y con un gobierno que sigue dando muestras de voracidad fiscal. Acaso ahí esté la explicación oculta de la controvertida frase de Francos.



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