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Las primeras luces amarillas por el DÓLAR que le aparecen a Luis Caputo



A esta altura, ya es oficial: el saldo de la balanza comercial está adelgazando, y la tendencia es que esa situación se profundice en el futuro, al punto que empieza a quedar en duda el cumplimiento de la optimista proyección de un superávit de u$s20.000 millones que hizo Toto Caputo en el presupuesto 2025.

Hasta el mes pasado, quedaba la duda sobre si la caída del superávit -que en septiembre se había desplomado a la mitad en apenas un mes- era una situación excepcional, motivada por el cambio en el impuesto PAIS. El argumento era que, como se había anunciado que el tributo pasaría de 17,5% a 7,5%, entonces muchos importadores habían pospuesto sus compras de agosto para beneficiarse de esa situación impositiva al mes siguiente.

Pero ahora, con los números de octubre, ese efecto ya está superado. Es más, habría incluso motivos para pensar que los compradores podrían volver a demorar compras, dada la cercanía de fin de año, dado que en enero el impuesto PAIS dejará de existir. Y, sin embargo, las importaciones siguen gozando de buena salud.

Es así que octubre dejó el menor superávit comercial desde enero: u$s888 millones, una cifra que se explica mucho más por la suba de las compras que por una caída en las ventas al exterior. De hecho, el nivel de las exportaciones continúa sorprendentemente alto, si se considera que esta es la época del año en la que se produce una merma de las ventas agrícolas.

Sin embargo, los productores agropecuarios continúan vendiendo a buen ritmo, y además hay buenos números en el nuevo rubro estrella del comercio exterior argentino, la energía, que viene mejorando su aporte.

Los números son elocuentes al respecto: con u$s7.016 millones exportados, octubre tuvo la tercera mejor marca del año, con el detalle de que los dos meses en que hubo mayores cifras -mayo y julio- son los que reciben el beneficio de la cosecha gruesa del campo, cuando entran los dólares de la soja. Más claro resulta el buen momento exportador si se compara contra octubre del año pasado: una suba de 30% interanual.

Suben las importaciones: ¿es bueno o malo?

Esto significa que lo que está reduciendo el saldo comercial es el incremento de las importaciones, que ya volvieron al entorno de los u$s6.000 millones, después de haber iniciado el año con apenas u$s4.200 millones, un nivel históricamente bajo y solamente explicable por el contexto recesivo.

Y este punto es el que lleva la gran disyuntiva con la que se enfrenta el gobierno: ¿la suba de las importaciones debe ser celebrada como un síntoma de reactivación económica y, por lo tanto, estimulada? ¿O debería ser un motivo de preocupación porque conspira contra uno de los principales objetivos de la política económica, que es la acumulación de reservas en el Banco Central?

A juzgar por las declaraciones de Caputo y otros funcionarios, parecería que el gobierno está contento con la situación.

Para el año próximo, la previsión es que la actividad económica tenga una vigorosa recuperación, de 5% del PBI. Y los economistas suelen citar la famosa regla del «tres a uno», que plantea que, por cada punto de crecimiento del PBI, se necesita que se incrementen tres puntos de importaciones, dada la necesidad de compras de insumos por parte del campo y la industria.

Pero, como quedó demostrado con las últimas medidas económicas, Caputo no solamente quiere que crezcan las importaciones de bienes de capital e insumos de la industria local, sino que también estimula la compra de productos de consumo, porque considera que esa es una forma de moderar la inflación.

Pero claro, hay un problema: en su proyecto de Presupuesto 2025, el ministro pronosticó que dentro de un año la diferencia entre exportaciones e importaciones será de u$s20.000 millones, y que gracias a ello Argentina podrá salir de su situación de reservas negativas y normalizar la situación financiera.

Ya cuando esa cifra se difundió, generó escepticismo entre los economistas. La encuesta REM entre bancos y consultoras arroja una media de u$s15.000 millones. Y hay economistas cercanos al gobierno, que son aun más cautos, al afirmar que no sería realista pensar en un superávit mayor a u$s10.000 millones.

Para que se produzca el pronóstico de Caputo, tendría que haber un superávit mensual promedio de u$s1.600 millones, es decir el doble de lo que se acaba de registrar en octubre. Es una cifra de por sí difícil de lograr, pero más aun si se considera el nuevo contexto global.

Exportaciones y el «efecto Trump»

Para el año próximo, los analistas esperan caídas de precios en los productos que Argentina exporta, y esto no solamente incluye a materias primas agrícolas, como la soja y sus derivados, sino también al petróleo y el gas, la nueva gran esperanza de la economía local.

El motivo, para simplificar, es el «efecto Trump» sobre los precios del comercio internacional. Con el recambio gubernamental en Estados Unidos y la amenaza de subas generalizadas de aranceles y de tasas de interés, se espera un cambio en los flujos de capitales, que saldrán de las economías emergentes para refugiarse en el dólar. Y, tradicionalmente, las materias primas hacen el camino inverso al dólar: cae su cotización cuando la moneda estadounidense se fortalece.

En este momento, los analistas del negocio agropecuario están revisando sus números a la baja, porque a pesar de las mejores condiciones climáticas, se espera una caída en los precios de soja, maíz y trigo. Además del efecto del dólar alto, se agrega el hecho de que tanto Brasil como Estados Unidos han tenido campañas más productivas que las esperadas originalmente. Y, además, se espera una retracción de la demanda por parte de China -que provisoriamente ya armó un stock de materias primas-.

En definitiva, por más que el clima ayude y haya un buen volumen de la campaña agrícola, los analistas no creen que se llegue a una exportación de u$s30.000 millones y que, por la caída de precios, se mantendrá en términos parecidos a los de este año.

La ironía de vender energía barata

Para colmo, también se prevé una caída de precios en el ámbito de los combustibles, el rubro en el que los expertos preveían un aporte de u$s7.000 millones para el 2025. El entusiasmo tenía bases sólidas: en 10 meses de este año se vendieron combustibles por u$s7.995 millones y se compraron apenas u$s3.693.

Y los avances en la infraestructura -como el gasoducto del norte para llevar gas a Brasil– hacen pensar en la factibilidad de un salto exportador.

Sin embargo, también ahí hay un «efecto Trump«, que favorecerá una mayor producción de gas y petróleo no convencional con la controvertida práctica del «fracking».

Entran en juego también factores geopolíticos: como se espera que la gestión trumpista sea más propensa a la normalización de los flujos comerciales en el conflictivo medio oriente, podría haber un aumento de la oferta global de combustibles.

En definitiva, Argentina sufre una ironía del destino: en los años en que le tocó ser importador neto de combustibles, los precios alcanzaron récords -como en 2022, cuando el faltante de gas por las bajas temperaturas coincidió con la crisis de la guerra en Ucrania. Y, cuando por fin se autoabastece y logra un excedente exportable, los precios empiezan a caer.

¿El plan 2025 en peligro?

Esa dificultad para incrementar las exportaciones se contrapone con la certeza de una suba en las importaciones, por el propio empuje de la reactivación de la economía luego de un año muy recesivo.

Los analistas que apuestan más a ese repunte importador están pensando en un regreso a un promedio mensual de u$s6.400 millones, que totalizaría unos u$s77.000 millones en el año. Si, del otro lado, las exportaciones no superan los u$s82.000 millones, como refleja la encuesta REM, entonces la probabilidad de que el superávit sea mucho menor al imaginado por Caputo se convierte en un peligro real.

En este momento de la economía, el gobierno se fijó como prioridad absoluta el mantenimiento de la calma cambiaria, para lo cual se necesita que la balanza de pagos mantenga un flujo neto positivo. Ya desde mediados de año, el rubro de servicios y turismo está marcando un déficit.

Y, con el contexto internacional que se avecina, crece el riesgo de que el superávit en la balanza comercial no alcance para mantener la situación bajo control.



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