En un escenario donde el precio del dólar se encuentra volátil y el Gobierno anunció que intervendrá, el economista Juan Luis Bour alertó a iProfesional que la cantidad de reservas que se logran acumular, el nivel de recesión que se evidencia y el rumbo del equilibrio fiscal, pueden darle inestabilidad al mercado de cambios y generar turbulencias adicionales.
El economista jefe y actual director de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL), y consultor de diversos organismos internacionales, dialogó con este medio, y alertó que la caída de la actividad y la incertidumbre inducen a una recesión en el corto plazo.
«La afirmación de que en el futuro se converge a una dolarización endógena en un régimen de competencia de monedas con fijación de la base monetaria, anticipa una transición con turbulencias adicionales, y por lo tanto está lejos de despejar la incertidumbre del horizonte», detalla.
Además, aconseja al Gobierno que se focalice en las reformas concretas y no en desatar grandes batallas que no conducen a ningún lugar.
-En medio de tantas medidas y volatilidad del mercado, ¿cómo evalúa la situación económica actual?
-La administración del Presidente Javier Milei ha instalado la cuestión fiscal en el primer plano de la propuesta para que la Argentina logre una macroeconomía estable, y esta propuesta y su aceptación por la mayoría de la sociedad son un logro fundamental que diferencia la estrategia actual respecto de lo que prevaleció desde hace más de 80 años, con raros períodos de estabilidad como la Convertibilidad o los efímeros planes de estabilización.
La pata fiscal, en términos del objetivo de equilibrio fiscal global, es necesaria para un país que carece de acceso al crédito voluntario y que, como consecuencia de una conducta de incontinencia en materia de gasto público, se encuentra en niveles insostenibles de la relación gasto/tributación y recurrentemente al borde de un nuevo default. Entonces, el exceso de las administraciones peronistas en las primeras dos décadas de este siglo y la permisividad en materia fiscal de la administración de Cambiemos requerían cirugía mayor, y eso es lo que primero destaca en la estrategia económica de los primeros meses de gestión de Milei.
El dólar está en la mira de los analistas por la escasez de compra de reservas, la suba del precio de los billetes libres y la inflación.
-¿Qué aspectos crítica del modelo actual?
-Esa estrategia fiscal, sin embargo, utiliza instrumentos en buena parte temporarios, como la licuación de gasto e impuestos distorsivos, que deben ser reemplazados por otras fuentes de ingresos o mayor reducción de gasto, sea tributario, corriente o de capital. Así, por su naturaleza distorsiva y de emergencia, estas medidas inducen a una recesión a corto plazo. Ambos temas (gastos e ingresos) están en la agenda en este momento, ya que la caída de la actividad e incertidumbre sobre la sostenibilidad del ajuste pueden llevar endógenamente a caídas mayores en los ingresos tributarios que, junto con la reversión real de una parte del gasto, consolidarían un escenario macroeconómicamente incierto por algún tiempo.
El segundo punto que requería urgente atención a la llegada de Milei era la situación próxima a un default en que se encontraba el país, a partir de reservas negativas del orden de u$s11.000 millones frente a importantes vencimientos de deuda interna y externa a corto plazo, mientras profundizaba el desorden del régimen cambiario incentivando la fuga del peso.
-¿Cómo define la situación tan volátil respecto al precio del dólar?
-Las correcciones cambiarias desde diciembre y el nuevo escenario macro permitieron correcciones que, sin embargo, también pueden ser consideradas como parciales y en mayor medida transitorias, que también generan incertidumbre, ya no en el plano fiscal solamente sino en materia de régimen cambiario y monetario en general.
-¿Hacia qué régimen monetario nos encaminamos en el corto plazo?
-La afirmación de que en el futuro se converge a una dolarización endógena en un régimen de competencia de monedas con fijación de la base monetaria, anticipa una transición con turbulencias adicionales, y por lo tanto está lejos de despejar la incertidumbre del horizonte. Y por supuesto suma más dudas sobre la sostenibilidad del equilibrio fiscal global y el servicio de la deuda.
Sin mucho margen para restablecer un sólido nivel de reservas en el corto plazo por vía del superávit comercial, a menos que se profundice y extienda la recesión hacia 2025, y con dudas sobre la sostenibilidad del equilibrio fiscal global hacia adelante, aunque no así del firme compromiso de sostener el superávit primario, no es de extrañar que se presente inestabilidad en el mercado de cambios.
La falta de definición en algunas políticas cambiarias genera incertidumbre en el mercado, y Juan Luis Bour prevé algunas turbulencias.
-¿En qué aspectos está observando esta situación compleja?
–Las nuevas medidas anunciadas en la última semana refuerzan la estrategia de dureza monetaria, que favorece la reducción de la inflación al costo de debilitar el escenario sobre el servicio de la deuda y la sostenibilidad del proceso. Y aun cuando se cumpla estrictamente con los compromisos de deuda, tampoco pueden excluirse vaivenes en la prima de riesgo que se eleva con periódicos sobresaltos por arriba de los 1.600 puntos básicos, como reflejo patente de dudas sobre el futuro, aun cuando el presente luzca muy ortodoxo.
Como diría James Carville, que fue el estratega de Bill Clinton en su campaña: «Es la economía, estúpido», y no sólo «la política». Como suelen repetir algunas personas que están demasiado cerca del Gobierno, no son «los mercados» los que golpean sino la realidad.
En suma, la incertidumbre que se refleja en la volatilidad de los mercados y la lentitud del rebote económico, lejos de la salida en «V» prevista, es consecuencia de la ausencia de un programa y objetivos más precisos acerca del rumbo económico, ya que mucho de lo que hemos visto, y se está armando a partir de las propuestas de ley y el funcionamiento de los equipos de gobierno, refleja más una suma de voluntades e ideas que un programa detallado a 7 meses de su instalación.
-¿De qué manera se evidencia esta ausencia de un programa estructural?
–Muchas de esas ideas son ambiciosas y consistentes respecto del objetivo de estabilizar y propiciar una economía más competitiva. Ese es y debe ser el objetivo. Pero desde hace ya décadas, en particular lo discutimos en abundancia en los ’80 y los ’90, la transformación del país en una economía abierta y competitiva requiere tener claro, en primer lugar, el objetivo final de apertura económica. Pero también la secuencia y el tiempo que insumen las reformas en los distintos mercados de factores y productos, coordinando esas reformas en un programa integral y explícito.
Con todo lo valioso que pueden ser las reformas parciales, el programa explícito no puede ser reemplazado por movimientos parciales a los que les faltan piezas clave, desde el esquema fiscal y monetario al que se converge hasta las características de las reformas en mercados de factores que harán posible la apertura de la economía.
-A su entender, ¿cuál debería ser el rumbo a seguir?
–El futuro de un programa exitoso está plagado de reformas difíciles que se deben encarar sin necesidad de pelear «superbatallas» inútiles, como las de inventar esquemas monetarios que tratan de esquivar los problemas reales que enfrentamos, cuya dinámica es desconocida y paraliza los mercados.
En otras palabras, la letra chica de las reformas que hay que hacer no puede ser reemplazada por letra de molde grandilocuente de batallas épicas inconducentes, porque las contrarreformas están a la vuelta de la esquina. El populismo no muere: como el ave Fénix, solo se transforma para renacer de sus propias cenizas.-
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