La historia de la marca Pimalú es la crónica de una Pyme que nació en la época en la que las mallas eran de lana y sobrevivió a todo. Cumplió 75 años y es conducida por la nieta y bisnieta de la fundadora. Gracias al éxito de una película sumó ropa deportiva a sus mallas. Hacen trajes de baño para todas las edades, desde niñas de 2 años, por eso visten a varias generaciones. Diseñan para cuerpos reales, todas sus prendas llegan al talle 13.
Nadie sabe cómo fue que a María Infesta se le ocurrió en 1949 hacer mallas de lana en un tallercito del primer piso de Azcuénaga y Córdoba. No existía ni la lycra, que recién fue descubierta y patentada en 1958. Por visionaria, fue una de las primeras marcas de mallas argentinas homologada por Dupont. En la década del ’60 comenzó con una planta fabril.
Pimalú: la marca que pasó del furor a la quiebra
Mariana Fernández Guzmán, gerenta de Producto y bisnieta de la fundadora, contó a iProfesional: «El momento de mayor crecimiento fue en la década del ’70, llegaron a tener 300 operarios. Mi abuela se encargaba del diseño y mi abuelo de la parte comercial. Viajaban al exterior para traer maquinaria y tecnología, crear modernos diseños. Hacían todo, estampa, corte, diseño, costura».
Si bien Graciela Guzmán, presidenta de Pimalú y nieta de la fundadora, trabajaba desde adolescente en la empresa familiar, en los ’80 comienza a tener más participación. Gracias al furor de la película Flashdance estrenada en 1983, suma la producción de calzas, ya que la protagonista del film hizo furor con el uso de mallas arriba de las calzas con las polainas. «Se dispararon las ventas a full, vendíamos mallas en el verano y calzas todo el año. En los ’80 hasta hacíamos publicidad en la televisión. La empresa creció mucho en muy poco tiempo, con pocas herramientas, pero a fuerza de trabajo. Mis abuelos trabajaban de sol a sol», cuenta Mariana, cuarta generación de esta empresa familiar.
A principios de los ’90, comienzan los problemas societarios y la empresa quiebra. Graciela Guzmán decide luchar por volver a sacar a la marca adelante. «Fue una tarea titánica, mi mamá vivía para la empresa. Pudo sacarla a flote y comenzó un proceso de expansión a través de locales propios en Villa Gesell, San Bernardo, Pinamar, Santa Teresita, Recoleta, Once, entre otros lugares. Mi mamá se ocupaba de la fábrica y mi abuela de los locales. En 2011, cerraron el último de esos locales», contó. En la actualidad, cuentan con un local ubicado en Estados Unidos 2748 en San Cristóbal, donde están las oficinas de Pimalú. Venden mallas y ropa deportiva, también discontinuos y a precio de outlet.
El renacimiento de Pimalú
Pimalú logró renacer y ahora cuenta con 8 empleados y terceriza la producción. Vende desde mallas de natación, aqua gym, anticloro y gorritas e indumentaria urbana y deportiva. Ofrecen venta mayorista, a boutiques y desde hace años ofrecen tanto mallas como ropa deportiva en talles del 1 al 13, desde 80 centímetros de busto hasta 145.
«Los talles grandes los ofrecemos desde que vivía mi abuela y tenemos modelos con cuerpos que muestran la diversidad. Ahora se amplía el mercado porque muchas marcas lo hacen por marketing. Nuestro público no son sólo los cuerpos más chiquitos, son talles medianos y grandes. Hay una ley de talles que quedó en la nada, no es tan real que los talles sean reales. La malla se usa en momentos de disfrute y queremos que se disfrute realmente. Ofrecemos malla para niñas de 2 años a personas mayores y tenemos mallas de hombre hasta 4XL«, explicó la gerenta de producto.
Además de la venta mayorista y en el local, venden a través de su página y su cuenta oficial de Mercado Libre. Sus modelos e influencers elegidas son desde Brenda Amato a Nica Díaz, mujeres con cuerpos reales. Mariana Fernández Guzmán contó: «Los cuerpos de las mujeres son tan distintos y nosotras queremos solucionar distintas necesidades, que agarre mas, menos, que quede flojo o apretado y se multiplican los productos. Mi mamá se encarga de la producción y el día a día, yo me encargo de la colección, hago el seguimiento de proveedores y el control de calidad. Es difícil de fabricar porque es una colección enorme y cada año la mejoramos. Tenemos 66 modelos en esta colección y sumamos remeras con protección UB 80».
Mariana tiene un secreto para detectar que es lo que quieren sus clientas. «Escucho mucho el feedback de las chicas de marketing digital y de la vendedora. A veces voy y vendo, me re sirve. Todas las temporadas trato de ir a atender para escuchar todos los comentarios, lo que necesitan, lo que quieren. Si bien el consumo cae, tenemos la suerte que nos compran los mismos clientes y sumamos nuevos. Tenemos los precios muy justos, no nos deliramos. Cuando van a buscar una malla al shopping vienen espantados. Tenemos precios accesibles, tres cuotas sin interés y hacemos productos para que todos se puedan llevar algo», contó develando su técnica.
La marca de las mallas personalizadas
Se dedican tanto a sus clientas que hacen pedidos de mallas personalizados, si busca un modelo estampado o liso, sólo tiene un costo adicional de $2.000. Si alguna persona tiene un problema particular, le hacen la malla a medida.
Ofrecen desde bikinis, mallas enterizas, tankini, remeras y shorcitos, en todos los talles. Desde Pimalú adelantan las tendencias del verano «mucho color verde, coral, estampados floredos, micro tanga, cola less, short extra confort para llevar el celular y vuelve el tiro bajo, pero también seguiremos haciendo tiro alto. Seguimos la moda, pero siempre respetando el gusto de nuestras clientas».
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