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Luis Caputo quiere tus dólares del colchón: qué hará para lograrlo



El primer objetivo de Luis Caputo está logrado: todos en el mercado están hablando de la dolarización endógena y quedó disimulado el intento fallido que se había hecho a fines del año pasado para que los argentinos empezaran a usar el dólar en sus transacciones cotidianas.

Lo que falta ahora, claro, es que los anuncios -que, al decir del ministro «van a sorprender»- sean también efectivos como para convencer a los argentinos de que usen los dólares del colchón. Según se estima en el sistema financiero, los argentinos tienen activos por unos u$s350.000 millones, de los cuales hay unos u$s200.000 que se encuentran en cajas de seguridad.

Naturalmente, esos ahorros no rinden interés y, salvo por un porcentaje pequeño que se pueda utilizar para transacciones inmobiliarias, no hacen ningún aporte a la economía. Es una situación que sorprende y escandaliza a todos: desde Kristalina Georgieva en la última conferencia del FMI hasta Cristina Kirchner, que retoma el asunto en cada discurso sobre la «economía bimonetaria».

Ese objetivo de que los argentinos se desprendan voluntariamente de sus dólares ha sido intentado sin éxito, ya sea con medidas de incentivo o con argumentos políticos. Fracasaron operaciones de miedo en las redes sociales en las que se alertaba sobre apertura de cajas de seguridad bancarias; también encontraron escaso eso las recomendaciones de analistas que explicaban la pérdida de poder adquisitivo que significa guardar dólares en la casa. El año pasado, ante una inflación de 117%, los ahorristas de dólares vieron caer un 40% en su poder de compra.

Pero no hubo caso. Ni lo lograron ni Cristina Kirchner obligando en público a sus ministros a pesificar sus ahorros ni Javier Milei habilitando a los consumidores a pagar en dólares con transferencia o con tarjeta de débito.

Dólar del colchón: duro de sacar

¿Por qué esta vez sería distinto? Hay economistas que sostienen que, si están los incentivos adecuados, los argentinos podrían acostumbrarse a pagar con dólares. Básicamente, si les resulta más barato que hacerlo en pesos. Pero claro, además se necesita una seguridad de que no habrá devaluación.

Por eso están también quienes recuerdan que la confianza es el factor fundamental. Y que si hay un indicador que refleja esa confianza es el nivel de los depósitos bancarios en dólares. Cuando se produjo el colapso de la convertibilidad, en 2001, ese monto era de unos u$s45.000 millones. En la post convertibilidad se recuperaron lentamente llegaron u$s15.000 millones antes de que Cristina implantara el «cepo» en 2011. A partir de allí se produjo una salida que los llevó a un mínimo de u$s6.000 millones en 2014. Ya en la gestión macrista se produjo una recuperación hasta u$31.000 millones, pero bajó bruscamente cuando perdió las PASO y el nivel ya rondaba los u$s20.000 cuando asumió Alberto Fernández.

Cuatro años después, Milei asumió con u$s14.000 millones en el sistema bancario, y gracias a la estabilización cambiaria y al «anabólico» del blanqueo de capitales se llegó a un pico de u$s33.000 millones. Pero esa medida tenía efecto acotado, como quedó demostrado por el «efecto goteo» de los depósitos, que en este año cayeron debajo de los u$s29.000 millones.

En el mercado se interpretaba esa caída como una señal de pérdida de confianza en el modelo económico, sobre todo por la acelerada pérdida de reservas y las presiones para abandonar el esquema de «crawling peg».

Lo que sorprendió a los analistas -y es motivo de festejo para Caputo- es que, después de levantado el cepo no sólo no hubo una caída de depósitos sino que hasta se produjo una recuperación. En las primeras siete ruedas del nuevo dólar flotante, los depósitos bancarios aumentaron u$s1.154 millones.

Luis Caputo busca seducir a los ahorristas

Cuantos más dólares hay en el sistema bancario, más dólares se suman a las reservas del Banco Central, ya sea por concepto de encajes como por los préstamos en dólares que dan los bancos y que se transforman en oferta de divisas.

Es por eso que a Caputo le interesa no solo que los argentinos usen sus dólares del colchón, sino que, además, lo hagan por los canales formales, dado que eso ayudará a que el Central siga acumulando reservas.

En el fondo, esa es la motivación principal de Toto y su equipo para buscar la «dolarización endógena»: lo que más pesa no es la cuestión ideológica de favorecer la competencia de monedas, sino la necesidad de obtener una nueva inyección de reservas para el BCRA.

El blanqueo del año pasado fue un éxito, con su ingreso de u$s22.000 millones, pero se trata de un evento que no puede repetirse en el corto plazo, y cuyo efecto ya ingresó en su fase final. Fue por eso que se debió apurar el acuerdo con el FMI, que trae un alivio de corto plazo, pero también impone condiciones —sin ir más lejos, la consecución de reservas por u$s4.400 millones antes de mitad de año—.

La interpretación que están haciendo los economistas es que la inyección de dólares que el gobierno fue efectiva para restablecer el clima de estabilidad, pero que en algún momento —más específicamente, después de las elecciones legislativas de octubre— empezará a dar señales de agotamiento. A futuro hay un exigente calendario de pagos, y en los debates entre economistas ya se especula sobre la necesidad que tendrá Caputo de salir a buscar crédito al mercado internacional.

Claro, para ello es necesario que el índice de riesgo país baje hasta un nivel que torne pagables las tasas de interés, algo que hoy, con más de 700 puntos, no aparece como algo factible.

El doble filo del «ancla monetaria»

Es ahí cuando la «dolarización endógena» aparece como un componente necesario para que el plan económico funcione. El gobierno se convenció de que, para que el mercado confíe —es decir, para que el tipo de cambio siga estable, suban los bonos, caiga el riesgo país y haya más depósitos bancarios en dólares— tiene que mostrarse inflexible en su promesa más arriesgada: la de no comprar dólares hasta que la cotización caiga al piso de la banda de flotación.

Cree que si interviniera, de inmediato, promovería una volatilidad cambiaria que se contagiaría a la inflación.

La fundamentación técnica del plan fue explicada por Federico Furiase, el ideólogo del plan de «las tres anclas» -fiscal, monetaria y cambiaria-. Su argumento es que la única forma de que la inflación baje es con una estricta política monetaria que «cierre la canilla» de pesos. Si el BCRA se pusiera a comprar dólares ahora, estaría inyectando pesos que no necesariamente son demandados por la economía.

Es también por eso que le resta gravedad al hecho de que, en las últimas licitaciones, el Tesoro no haya logrado el «rolleo» de la deuda que vence. El argumento es que si un banco prefiere recuperar liquidez antes que cambiar un bono viejo por un bono nuevo, es porque necesita los pesos para darles crédito a sus clientes. Es decir, un aumento en la monetización de la economía por motivos genuinos y no forzado por el BCRA.

¿Y si el dólar nunca toca el piso?

Ese argumento ha recibido críticas y manifestaciones de preocupación por parte de los economistas. La principal es cómo hará el Central para aumentar sus reservas si nunca compra dólares, porque es perfectamente factible que el tipo de cambio nunca toque el piso de la banda de flotación.

Los funcionarios del equipo de Caputo no niegan que esa situación pueda darse. Y es por eso que aparece sobre el tapete una jugada audaz: que los dólares no entren por la vía del BCRA sino del ARCA.

No por casualidad, desde que el ministro de economía hizo su anuncio, la principal especulación del mercado apunta a que habrá beneficios fiscales para quienes hagan transacciones en dólares.

Primero, se filtró el dato de que en las próximas medidas no solo trabaja el equipo económico, sino también técnicos del ARCA. Pero, sobre todo, están los antecedentes de los últimos intentos fallidos por promover la dolarización.

¿Impuestos más baratos?

Los analistas creen que lo que se viene es la exoneración del «impuesto al cheque» cuando la operación se haga en dólares. Y también darles a los pequeños contribuyentes la posibilidad de cancelar su deuda fiscal con billetes verdes, con un descuento.

«Ofrecer el pago de impuestos en dólares para las personas humanas pero con incentivos fiscales. Esto debería ir por decreto porque no está legalizado el dólar», arriesga Alfredo Romano, director de una de las más influyentes consultoras financieras. Agrega, además, que tras las elecciones debería aprobarse una ley que haga al dólar una moneda de curso legal.

Mientras tanto, se intensificaron las versiones sobre un abaratamiento a corto plazo en las compras del mercado automotor, vinculado a que los pagos sean efectuados en dólares.

También, en el ámbito agropecuario, se está hablando sobre la posibilidad de que los exportadores puedan recibir y mantener directamente su cobro en moneda estadounidense sin la obligación de liquidar primero en el mercado cambiario oficial. Es decir, en lugar de tener que acudir al mercado único de cambios, vía Banco Central, la liquidación podría ser directa entre privados.

De momento, son medidas que generan expectativas. ¿Alcanzará para que los miles de argentinos que se apegan a la ley de Gresham cambien su actitud y se desprendan de la moneda fuerte? Es lo que está por verse, pero Caputo sabe que de ello depende la sostenibilidad a largo plazo de su programa.





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