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los errores del Mecon que desataron la volatilidad



El dólar minorista opera con una baja de veinte pesos, en $1.280 en las pantallas del Banco Nación, luego de alcanzar durante la jornada del lunes los $1.305, su nuevo máximo histórico intradiario. En el mercado informal, el dólar blue se negocia con un descenso de cinco pesos, $1.315 y se consolida como la cotización más alta dentro del mercado cambiario. En el segmento financiero, el contado con liquidación (CCL) cae 1,5% y se ubica en $1.270, mientras que el dólar MEP cede 1,1%, hasta los $1.267. Por su parte, el tipo de cambio mayorista extiende el retroceso y se ubica en $1.260.

La transición hacia un nuevo régimen monetario vuelve a generar fuertes turbulencias en el mercado argentino. La decisión de eliminar las Letras de Financiamiento (LeFi) disparó un excedente de pesos que el Gobierno no logró absorber a tiempo. El resultado fue una caída brusca de las tasas más cortas y un salto inmediato del tipo de cambio financiero, con una suba cercana al 7% en pocas semanas.

Expertos advierten que los errores de implementación dejaron al sistema financiero expuesto a movimientos desordenados. El intento de establecer una tasa de interés «endógena», es decir, determinada por el mercado, se aplicó de forma más brusca de lo que la plaza estaba dispuesta a tolerar. Como consecuencia, el Banco Central y el Tesoro debieron salir a intervenir con licitaciones extraordinarias y pases pasivos, en un intento por reordenar el mapa de tasas y estabilizar el dólar.

Las tasas de caución llegaron a caer por debajo de la inflación esperada, lo que desató compras masivas de dólares para cobertura. La reacción oficial fue inmediata pero no planificada: se lanzaron subastas sin tope, se reactivaron mecanismos que habían sido desarticulados, y se intensificó la venta de futuros para frenar una corrida. Sin embargo, para los analistas, la señal de improvisación ya estaba dada.

Ambos informes coinciden en que el mercado reaccionó con desconfianza al ver una política monetaria sin coordinación plena. Las señales mixtas, la eliminación abrupta de instrumentos clave y la incapacidad de absorber con velocidad la nueva liquidez dejaron en evidencia una fragilidad que podría escalar si no se corrigen los errores estructurales.

Emisión oculta y señales contradictorias

Para Econviews, el talón de Aquiles de la actual estrategia sigue siendo la política monetaria. Aunque el Gobierno intenta mostrar señales de ortodoxia fiscal, los números revelan una expansión monetaria sostenida. La base monetaria tradicional —la que excluye depósitos y encajes— continúa creciendo, pese a los discursos oficiales que aseguran haber frenado la emisión.

El Banco Central, lejos de retirarse del mercado, sigue girando utilidades al Tesoro y comprando letras a los bancos. Estos mecanismos, aunque no se presenten como asistencia directa, tienen el mismo efecto monetario: inyectan pesos al sistema. Incluso hoy, cuando el Tesoro cancela Lecaps con parte de sus $13 billones, lo hace alimentando la base con dinero previamente emitido.

La eliminación de las LeFi, un instrumento que hasta ahora permitía absorber pesos con vencimientos diarios, dejó un vacío que no fue reemplazado de inmediato. El Gobierno apostó a que la tasa de interés se acomodaría sola en un esquema de libre flotación monetaria, pero el resultado fue un desborde de liquidez sin herramientas de contención.

Los analistas consideran que el diseño del nuevo régimen ignoró un principio básico: ningún banco central renuncia por completo a su capacidad de intervenir en las tasas más sensibles. Mientras la teoría apuntaba a un esquema de mercado, la práctica demostró que el sistema financiero necesitaba una red de contención más robusta.

De la teoría al ajuste de emergencia: cómo se corrigió el rumbo

El impacto fue inmediato. El lunes posterior al desarme de las LeFi, la tasa de caución saltó del 18% al 40% en cuestión de horas. Esta volatilidad reflejó la ausencia de una guía clara y la necesidad urgente de reconstruir la arquitectura monetaria. Frente al pánico del mercado, el Banco Central activó los pases pasivos que había desactivado meses atrás.

Al mismo tiempo, el Tesoro convocó a una licitación extraordinaria de Lecaps, fuera del cronograma previsto. El objetivo era frenar la expansión monetaria y demostrar que el Estado todavía podía absorber pesos a tasas competitivas. Las tasas ofrecidas en esa subasta superaron los niveles previos, reflejando la presión que existía sobre la curva de rendimientos.

Estas medidas generaron una estabilización momentánea, pero los analistas de Econviews advirtieron que la reacción fue forzada y poco planificada. La narrativa oficial, que había prometido cortar de raíz la emisión y abandonar los instrumentos de absorción, se revirtió en pocos días ante el riesgo de descontrol.

Dos problemas estructurales persisten: por un lado, la idea de que la economía puede funcionar sin una tasa de referencia clara; por el otro, el intento de eliminar la deuda de corto plazo sin que el mercado esté dispuesto a tomar vencimientos más largos en un contexto de incertidumbre electoral.

El impacto del desarme de LeFi

GMA Capital explicó que, del total de $15,6 billones colocados en LeFi, apenas $5,8 billones fueron absorbidos en la licitación posterior. El resto de los fondos se dirigió en parte a encajes, pero una porción relevante quedó disponible y se volcó al mercado. Esta sobreoferta de pesos derrumbó las tasas más cortas a niveles insostenibles.

La tasa de caución llegó a operar entre el 12% y el 16,8% nominal anual, mientras que la interbancaria cayó hasta el 18%. Estos niveles, inferiores incluso a la inflación mensual esperada, encendieron las alertas sobre el retorno de una dinámica de desanclaje. En respuesta, el Ministerio de Economía organizó una licitación sin tope, con tasas que superaron el 34% nominal anual en las Lecaps más cortas.

Para GMA, el problema no fue la eliminación de las LeFi en sí, sino la falta de mecanismos compensatorios. El mercado quedó sin referencia, y el sistema financiero respondió volcando la liquidez a cobertura en dólares. La política de tasa endógena, si bien teóricamente válida, exige una transición más gradual.

La suba de tasas que siguió a la licitación extraordinaria logró contener parcialmente la presión, pero dejó una marca: el sistema sólo reacciona cuando ve señales contundentes y sostenidas. La confianza sigue en niveles bajos y los inversores exigen una prima elevada para mantenerse en pesos.

Dólar, reservas y nuevo equilibrio: el Gobierno busca ganar tiempo

El dólar reaccionó al desorden monetario con una suba que lo llevó de $1.194 a casi $1.300 en pocas jornadas. Desde GMA Capital explicaron que el remanente monetario impulsó la demanda de divisas, lo que obligó al Gobierno a intervenir también en el frente cambiario. El Tesoro compró u$s 500 millones en bloque, acumulando cerca de u$s 2.400 millones entre licitaciones y operaciones directas.

Aunque esta estrategia apuntó a cumplir con el FMI y mejorar reservas, también encendió dudas sobre la sostenibilidad del nuevo piso del dólar. El tipo de cambio mayorista en torno a $1.260 sugiere un nuevo nivel de equilibrio, pero con mayor tensión.

Por otro lado, el Banco Central volvió al mercado de futuros. La posición neta vendedora del BCRA, que en mayo era de u$s 1.946 millones, se habría duplicado en las últimas semanas. El interés abierto saltó de u$s 4.550 millones a u$s 5.750 millones, lo que refleja una participación más agresiva del regulador para frenar expectativas devaluatorias.

Esta táctica, aunque efectiva en el corto plazo, tiene un costo: si el BCRA pierde en su posición futura, deberá cubrir la diferencia con emisión, lo que retroalimentaría las presiones inflacionarias. Es un equilibrio inestable que funciona solo si el dólar no se dispara.





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